El equipo coruñés sufre una plaga de lesiones graves, pero atípicas en el deporte, y el club busca amuletos para librarse del mal fario.

Iván Antelo (La Voz de Galicia)

El Orzán está gafado. El equipo coruñés de fútbol femenino que milita en la Primera Nacional no gana para disgustos. Padece una plaga de lesiones que lo viene acompañando desde principio de temporada. «Y lo peor es que muchas no son dolencias típicas del fútbol», se lamenta su técnico, Manu Sánchez.

La pasada semana llegaron las dos gotas que colmaron el vaso del infortunio. La portera Ana Cristina y la mediocentro Lupe se rompieron para lo que resta de temporada, mientras la primera se encontraba en su empleo y la segunda, estudiando. La guardameta y capitana del equipo trabaja en la construcción. Al trasladar un saco de arena para su posterior manejo, este le cayó sobre la pierna izquierda y le rompió los ligamentos de su rodilla.

Un incidente que se produjo solo horas después de la penúltima desgracia. La joven Lupe se fracturó el peroné en la clase de Educación Física. «La chica me llamó con lágrimas en los ojos para contármelo», recuerda un Manu Sánchez que tampoco podrá contar con la centrocampista en lo que resta de Liga.

Estos lances atípicos quedarían en anécdota si no fuese porque es un infortunio constante desde que se inició la Liga. Silvia se luxó hace meses un hombro, reapareció y días después sufrió un accidente de tráfico. Un turismo la golpeó por detrás y sufrió una lesión de cervicales que la alejó de los terrenos de juego durante dos meses.

Tampoco se ha librado del mal fario Martuki. La defensa del Orzán aprovechó este invierno propicio en nieve para esquiar, pero una caída le aguó el regreso a casa. Sufrió una luxación de hombro y una tendinitis.

Alba, en su año negro

Una de las jugadoras más prometedoras del Orzán es Alba. La delantera coruñesa lleva un año para olvidar. Fue clave en el partido del ascenso y celebrando un gol con sus compañeras se fracturó una clavícula. Reapareció en la pretemporada, sufrió una rotura de fibras, y en su debut rompió los ligamentos de una rodilla. Para colmo de desgracia, la enorme lista de espera en la mutua provocó que no pudiese ser operada hasta meses más tarde y aún está en pleno proceso de recuperación.

Alba sufre la misma lesión que su compañera María Santos, también baja durante toda la temporada. La goleadora Miriam recibió un balonazo en Pontevedra que le provocó un pequeño traumatismo craneoencefálico que la dejó fuera durante dos semanas, y la meta María José ha padecido unas calcificaciones que la apartaron de los terrenos de juego durante dos meses. La única dolencia habitual en fútbol la padeció Sheyla. La benjamina (14 años) fue baja durante el mes de noviembre por una rotura de fibras.

Amuletos

«Ya no sabemos qué hacer para quitarnos este gafe de encima», reconoce el entrenador del cuadro coruñés. «No sé si alguien nos habrá echado un mal de ojo o qué, pero esto no es normal», añade. Las jugadoras desconfían de todo. «Aún si fueran temas musculares, podríamos decir que es un tema de preparación física? Pero no es así», apunta Manu Sánchez.

Las dos últimas lesiones han puesto alerta a la plantilla. «Ya ni escribo los nombres de las jugadoras en la pizarra, porque ellas dicen que cada vez que pongo uno esa es la siguiente en caer. Pasó con Alba, con Ana, Silvia? Ahora escribo en clave. Poniendo números o lo que sea para hacer cualquier indicación», señala mitad broma, mitad en serio, el técnico.

Los directivos tampoco se quedan al margen. El presidente, Juan Manuel Eiras, no para de acudir a los entrenamientos probando con amuletos nuevos. «Nos trajo hasta una foto de María Auxiliadora, pero ni esto funciona», dice.

Tanta desgracia consecutiva es también terreno abonado para promesas. «Si no cae lesionada ninguna jugadora más hago el Camino de Santiago desde A Torre», sentencia un desesperado Manu Sánchez, que tampoco ha regateado al infortunio. En un entrenamiento también se rompió los ligamentos de una rodilla.

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