El 18 de mayo de 1994, el poderoso Milan de Fabio Capello y los balcánicos partió en dos al recordado Dream Team de Johan Cruyff, con el césped del Estadio Olímpico de Atenas como testigo. Fue el fin de una era, el fin de un equipo ideal, el fin de un modelo de gestión y una propuesta futbolística reconocida por el mundo entero gracias a una Copa de Europa, una Recopa, cuatro Ligas y una Copa del Rey, y sobre todo, gracias a un modelo de juego estéticamente insuperable.
Durante 15 largos años, el FC Barcelona ha atravesado un sinfín de etapas, de muy diversas tonalidades. Desde las sombras de la era Gaspart, hasta el brillo de los focos de la reciente fase de la era Laporta. Todas ellas han estado marcadas por un identificador común: la búsqueda de un patrón de juego idílico, el implantado por Johan Cruyff a principios de los 90.
Anoche, el FC Barcelona enterró un mito. Pep Guardiola superó el fantasma de su maestro, y creó una nueva referencia en el orden barcelonista. Dentro de unos años, echando la vista atrás, los aficionados recordarán al Barça de Guardiola, o al Barça del triplete, como ustedes prefieran, como un modelo en el que fijarse y al que intentar imitar.
Enterrar viejos mitos no tiene por qué ser malo. Establecer nuevos puntos de referencia, más cercanos en el tiempo, es un signo de modernidad, de avance, de no anquilosamiento en etapas pretéritas. Lo que es indudablemente bueno es tener referencias en las que mirarse. En el Bernabéu llevan años, muchos años, sin una referencia clara a la que acudir en los malos momentos. Se habla por igual, y con semejante admiración, de Di Stéfano, sin duda uno de los cuatro grandes de la Historia, de las seis Copas de Europa de Paco Gento, del espíritu de Juanito (desgastado ya, de tanto nombrarlo en vano) o de la Quinta del Buitre, pero no hay una referencia clara y específica. No hay un modelo, no hay un mito, no hay un espejo en el que mirarse de frente.
Guardiola ha sentado cátedra. Ha ayudado a su club, el club de su vida, a seguir siendo fiel a unos ideales. Y esa convicción, esa manera de aferrarse a un ideario tan sumamente valiente, es siempre algo digno de elogio.
Pero ni el FC Barcelona es Guardiola, ni el fútbol se acaba en éste. El fútbol es de los futbolistas. El propio técnico se ha encargado de reiterarlo en numerosas ocasiones en las últimas semanas. Sin Iniesta, sin Xavi, sin Leo Messi… este equipo no existiría. O al menos no habría alcanzado semejante nivel de juego. Los astros han querido que una excelente generación de futbolistas se hayan juntado, en el cénit de sus carreras, en un mismo club. Algo extraordinario, de una entre un millón. Y cuando eso ocurre, el mito surge solo.
Hay que alabar a Guardiola, sin duda, pero no tanto por su labor como técnico, entendida en el sentido purista de la palabra, sino por su labor al frente de un grupo humano y por su saber extender su filosofía, su manera de ver la vida y su ilusión a toda su plantilla y cuerpo técnico, y conseguir que ésta calara. Eso es lo realmente meritorio del Noi de Santpedor. No el hecho de que apueste por una determinada forma de juego, de que le sienten bien los trajes, o de que haya duplicado las ventas de discos de Coldplay en la Ciudad Condal. Toda esa parafernalia adyacente al Guardiola motivador, lo siento, es simplemente una pose. Probablemente natural, no impostada, pero una pose. Que puede agradar más o menos pero que, sin duda, vende muchísimo. Por ese lado, un punto para Pep, por saber vender ‘su producto’ de semejante manera.
No haber apostado por la filosofía Cruyffista, teniendo bajo su mando a futbolistas de la talla de Andrés Iniesta (hoy por hoy, el futbolista más resolutivo del planeta), hubiera supuesto un delito imperdonable. Desde este punto, criticar a los contrarios por no desarrollar, o intentar desarrollar, un juego similar al de los barcelonistas, me parece una falta de respeto. No todos los equipos cuentan en sus plantillas con mimbres como los azulgranas, por mucho presupuesto del que gocen. Hay cosas que no se consiguen dinero mediante, por eso el argumento de los altos presupuestos de Chelsea o Man United me parece tan liviano.
Y esas cosas, ciertamente intangibles, que no se consiguen con dinero, se consiguen mediante mitos, mediante referencias, mediante espejos en los que mirarse. Ni Iniesta ni Xavi, jugadores probablemente inigualables a día de hoy en el Planeta Fútbol, han tenido nada que ver con el dinero. Su fútbol se debe a un espejo, a un modelo en base al cual intentaron modelarles desde pequeños. Algo que Guardiola, temeroso de que cayera en el olvido de los ideales irrecuperables, rescató anoche. Su creador fue Cruyff, el padre del invento. Su sucesor, su rescatador, Guardiola. Enhorabuena.
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