Es un chico de barrio, como su padre. Creció en Badía, como su padre. Y juega en el Barça, como hizo su padre. Pero Sergio ha mejorado todo lo que hizo su padre en un solo año. De luchar por el ascenso ante el Barbastro, Sergio ha pasado a triunfar en el primer equipo del Barça y ha sumado el primer triplete de su carrera deportiva.
El 13 de septiembre del año pasado jugó, por primera vez, con el primer equipo del Barça. Lo hizo como titular, frente al Racing de Santander. El 22 de octubre logró su primer gol, en Basilea, en la Champions. Ese mismo mes, el día 11, debutaba con la selección española sub’21. Dos meses exactos más tarde renovó hasta 2013. El 6 de febrero de 2009 fue convocado por la absoluta y el 1 de abril acabó debutando, frente a Turquía. Después llegaron Copa, Liga y Champions y, ahora, Copa Confederaciones.
Sergio Busquets ha vivido, en un solo año, lo que muchos futbolistas viven, si es que lo hacen, en toda una carrera. Para muchos, tantas experiencias podrían significar su propia tumba. Para él, no. Su gran secreto es ser hijo de Carlos Busquets, algo que no pudo elegir. Sin haber vivido en casa de un futbolista profesional del Barça toda su vida no se entendería la forma tan natural de asimilar el éxito que ha mostrado el centrocampista. Pero no sólo de asimilar el éxito vive el futbolista. Se necesitan muchas otras cosas para, en nueve meses, pasar de ser una promesa del fútbol base a una pieza clave en la consecución del triplete. Todo lo que ha vivido esta temporada ha sido ampliamente narrado y descrito, pero nada de lo que le ha sucedido es fruto de la casualidad. Si Pep Guardiola no ha dejado nada a la improvisación, su apuesta por Busquets tampoco lo ha sido. Todo lo contrario. Vio, mientras le dirigía en el Barça Atlètic, a un portento de jugador al que, si tenía la oportunidad, lo arrastraría hacia el éxito.
Pero Sergio empezó a labrar su carrera como profesional hace muchos años. En concreto, desde que nació. Aunque ha sido ahora cuando ha recogido los frutos, la siempre empezó con su primera patada a un balón. El hoy futbolista blaugrana vivía pegado a una pelota. Antes que sus primeros amigos, el balón ya le había robado el corazón. Y así ha sido desde entonces hasta hoy mismo. Sergio se enamoró del fútbol y el fútbol le premió con un don. El de Badía es un superdotado de este deporte, pero sus grandes dotes también se los debe a su faceta polideportiva. Antes de tener que elegir definitivamente -no tuvo ningún problema ni duda moral para hacerlo-, practicó baloncesto, natación, tenis… y en todos y cada uno de esos deportes destacaba. Aprendió algo de todos ellos para, más tarde, poner en práctica sus conocimientos en un terreno de juego con dos porterías. Sus padres fueron los que más sufrieron su obsesión por todo aquello que le hiciera sudar. Se apuntaba a cualquier campeonato escolar de natación o de tenis, lo que combinaba con sus partidos de fútbol, ya fuera en el Badía, donde empezó a jugar de forma más o menos seria con 5 ó 6 años, o en el Barberà, unos años después. Más tarde militó en el Lleida, donde se desplazó para acompañar a su padre, que había fichado por el club de la Terra Ferma, y en el Jàbac, de donde llegó al Barça.
Si su polivalencia deportiva es uno de sus secretos, su polivalencia posicional no lo es menos. Aunque en el Barça casi siempre ha jugado de pivote, en la zona que también ocupa Touré Yayá, si Pep Guardiola lo necesita algún día para otras misiones, allí estará Sergio. De hecho, el centrocampista tiene genes de portero, una demarcación que nunca ha probado de forma seria, pero en la que también se desenvolvía con éxito en las categorías inferiores. En cambio, Busquets sí jugó, durante varias temporadas, como delantero. Lo hizo desde que empezó a disfrutar del fútbol y hasta que fue infantil. Se hartaba de marcar goles y destrozaba las porterías rivales. Era un nueve increíble, fuerte, hábil y goleador, pero acabó retrasando su posición. Sin embargo, su pasado de ariete le permite tener un don especial para el gol. Por su posición en el primer equipo, donde debe mantener las formas, no ha podido demostrarlo demasiado, pero cuando ha tenido la oportunidad, ha mostrado su olfato. Ha marcado un gol en la Liga y dos en la Champions.
El próximo 16 de julio Sergio Busquets cumplirá 21 años, pero nunca olvidará sus 20. Con esa edad habrá vivido todo en lo que había soñado cuando era un niño. «Algún día jugaré en el Barça, y marcaré goles, y ganaré títulos, y lo haré por muchos años», se dijo. Deseo cumplido. En sólo una temporada, en sólo un año. Eso sí, un año que vale por diez. Busquets ha crecido más en una temporada que muchos de sus compañeros futbolistas en toda su carrera. Ya es uno de ellos. Lo ha sido toda la vida.
SPORT.ES
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