España: Casillas; Arbeloa (Albiol, 81’), Piqué, Puyol, Capdevila; Busquets; Xavi (Cesc, 70’), Xabi Alonso, Silva; Torres (Riera, 66’) y Villa.
Bélgica: Gillet; Van den Borre, Van Buyten, Vermaelen, Simons; Defour, Vertonghen (Deschat, 27’), Fellaini, Hazard (Mirallas, 58’); Song (Decarmargo, 70’) y Dembele..-
Goles.
1-0 (40’).- Villa cede a Silva, que marca de tiro cruzado desde fuera del área.
2-0 (48’).- Villa se escora y remata por bajo, batiendo a Gillet.
3-0 (50’).- Jugada Xavi-Villa-Piqué, que remacha éste por el centro.
4-0 (67’).- Arbeloa cede a Silva, que dispara raso y cruzado.
5-0 (84’).- Cesc, sólo ante Gillet, cede a Villa, que marca a puerta vacía.
Árbitro.- El colegiado Betrand Layec. Amonestó a Vermaelen, Busquets, Fellaini y Puyol.
Estadio de Riazor. Lleno. Presidió el encuentro el presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijoó. Asistieron, además, junto a Ángel Villar, presidente de la RFEF, y miembros de su Junta Directiva, el secretario de Estado para el Deporte, Jaime Lissavetzky y el presidente del Comité Olímpico Español Alejandro Blanco. Se celebró el “Día Fair Play” de FIFA y los capitanes de ambos equipos, Casillas y Simons, leyeron manifiestos en defensa de la solidaridad, la deportividad y la justicia en el deporte.
El equipo nacional da un paso más hacia la clasificación y lo hace con un fútbol segurísimo atrás, fluido en medio campo y demoledor en el ataque.
A Coruña, Luis Arnáiz.
Hay caminos que son inescrutables y caminos que no lo son; hay caminos que no se sabe donde van a ir a parar y los hay que están cantados; hay caminos que nadie sabe como se van a recorrer y otros que tienen un perfil tan claro que no se puede dudar de su finalización. Hay caminos cantados y caminos desencantados. Hay caminos que llevan al éxito y los hay que noo. España transita por el primero de ellos desde hace mucho tiempo; Bélgica, por el otro. El fruto de todo ello se reflejó en el marcador de Riazor: rotundo, incontestable, demoledor. La justa diferencia, en fin, entre dos selecciones abismalmente diferentes. El día y la noche.
España ganó el partido ante Bélgica y lo ganó con comodidad final, tras tardar 40 minutos en abrir el marcador. Puede dar eso la impresión de que el equipo no estuvo tan por encima de su adversario como demuestra el resultado final, pero ésa es una impresión engañosa, porque antes de llegar a la diana de Silva, espléndido toda la noche, y que abrió el marcador, Villa pudo conseguirlo en tres ocasiones: a los 7 minutos con un disparo raso, ajustado a un poste; a los 10, con un remate cercano que sacó instintivamente el guardameta y a los 21, al desviar Gillet un penalti ejecutado por el propio “Guaje”. Además de eso, Torres, dos veces, y la madera evitaron lo que el fútbol de España demandaba, esto es, abrir el melón.
La selección se presentó en el campo con una novedad imprevista: Busquets. Del Bosque le encomendó la misión de perseguir al físicamente muy dotado Fellaini, gran preocupación del técnico antes del encuentro. Busquets cumplió con esa tarea a la perfección y privó a Bélgica de una de sus bazas. Pronto se vio que el perfil de la selección, con un volante defensivo, el citado Busquets, y otro que lo ha sido como alternativa de Senna, Xabi Alonso, no iba a hacer que España sufriera merma en el control del balón y, por tanto, del juego. Se encargó de demostrarlo siempre Silva, que a su enorme esfuerzo y fútbol de alto voltaje añadió dos goles en sendos remates lejanos, cruzados ambos, rasos, inalcanzables para el portero Gillet, y Xavi, que cuando entró en juego acabó con cualquier conado de resistencia belga. Sólo Defour contestó a la enorme talla de los jugadores españoles y a la jerarquía del equipo. El primer tanto de Silva, rematando cruzado un servicio de Villa, le hizo tanto daño a Bélgica que ya no se repuso. Toda su fuerza y su carácter estaban para lo que estaban: aguantar un marcador sin goles, aventurarse tímidamente por si en ataque le surgía un destello de fortuna y padecer si España batía a su portero. Fue esto lo que sucedió.
Una vez inaugurado el marcador, cuantas dudas pudiera haber sobre el resultado del encuentro se despejaron absolutamente. Con el viento a favor de su enorme superioridad, de su fútbol espléndido, de su formidable seguridad defensiva, del toque de un medio campo que no echó en falta ningún elemento constructivo, a España sólo le faltaba para redondear su magnífica noche acertar con los caminos que conducían al a menudo desguarnecido Gillet. El gol de Silva causó tales estragos en la moral de los belgas que la resistencia que podían oponer resultó hecha añicos por el altísimo nivel de un equipo, el español, que ejecutó a la perfección cuantas suertes del juego había que manejar: el pase en corto (Silva y Xavi); el pase en largo (Piqué y Xabi Alonso); el orden en las maniobras (Xavi) y el remate. La segunda mitad fue un aluvión tan grande de fútbol para saborear que Bélgica sólo pudo asistir como mudo testigo a su propia debacle. Los tantos de Villa, Piqué, de nuevo Silva y otra vez Villa que fueron cayendo en las redes del abatido Gillet fueron la consecuencia natural de lo que era perfectamente comprensible y absolutamente lógico.
España encantó a los espectadores que llenaron el estadio de Riazor y que jalearon su fútbol. No podía ser de otra manera. La selección consiguió por ley lo que por ley se le debía en un encuentro en el que su dominio fue intensísimo y su superioridad, inmensa. No hubo debilidades en el grupo, en el que, naturalmente, algunos brillaron especialmente: Silva, Xavi, Villa, que se reencontró con el gol, los colosales Piqué y Puyol, miembros todo de un grupo que colectivamente ha conseguido ser lo que es y que colectivamente ha puesto a España con un pie en la fase final de la Copa del Mundo de Sudáfrica. Y lo ha hecho siguiendo sus caminos, que no son inescrutables, sino claros como la luz del día, caminos de brillo, en los que junto a las calidades que dejan boquiabiertos a aficionados y enemigos hay que sumar el ardor de los suyos, el de Puyol, fajándose, por ejemplo, furioso tras haber perdido un balón en defensa cuando faltaban dos minutos y el encuentro estaba 5-0. Son ésas, también, las cosas que hacen grandes a futbolistas y a equipos, digo equipos, que es lo que es la selección; un equipo de altos vuelos, que nos pone sonrisas de oreja a oreja cada noche; que nos hace felices; que nos lleva en volandas, ¡eh!, a Sudáfrica.
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