´Hace 50 años el Mallorca también estaba arruinado´

Reconocimiento a su trayectoria. Las paredes del domicilio de Jaume Rosselló, en Punta Portals, están repletas de placas y cuadros en homenaje a su gran trayectoria al frente del Real Mallorca a finales de los cincuenta y principios de los sesenta. Orgulloso de todo lo que hizo por el club, en una época tan difícil o más que la actual, el presidente del primer ascenso a Primera en la historia del club muestra orgulloso todos los reconocimientos a su gestión.  Fotos: Guillem Bosch
Reconocimiento a su trayectoria. Las paredes del domicilio de Jaume Rosselló, en Punta Portals, están repletas de placas y cuadros en homenaje a su gran trayectoria al frente del Real Mallorca a finales de los cincuenta y principios de los sesenta. Orgulloso de todo lo que hizo por el club, en una época tan difícil o más que la actual, el presidente del primer ascenso a Primera en la historia del club muestra orgulloso todos los reconocimientos a su gestión. Fotos: Guillem Bosch

El presidente del primer ascenso a la máxima categoría en la historia del club presume de haberlo dejado sin deudas.

RICARD CABOT. PALMA. Dicen los mallorquinistas de toda la vida que Jaume Rosselló Pascual (Binissalem, 1921) ha sido el mejor presidente de la casi centenaria historia del Real Mallorca. Se hizo cargo de un club plagado de deudas en julio de 1956 en Tercera División, y lo dejó siete años más tarde en Primera y con un superávit de 200.000 pesetas de la época. El 17 de abril de 1960 –se cumplen 50 años– vivió su día de gloria al convertirse en el presidente del primer ascenso a la máxima categoría en la historia del club. Desde su refugio de Punta Portals, y con una lucidez impropia de una persona de 89 años, recuerda para DIARIO de MALLORCA, en la primera entrevista que concede en años, su brillante etapa en el club, y de sus palabras se diría que el tiempo no ha pasado para el Mallorca: «En mi época el club también estaba arruinado y había mucho cemento en el estadio».

– Cincuenta años del primer ascenso. ¿Qué recuerda?

– Cincuenta años. El otro día me preguntaba: ¿es posible que la vida pase tan deprisa? Me acuerdo de todo, aunque con mi edad, acordarse de lo que pasó hace 50 años no es fácil. Me acuerdo de los que vinieron a buscarme para ser presidente, pero también me acuerdo de lo que me ocultaron, de la gravedad de la situación del Mallorca. Se lo perdono. Buscaban un presidente de forma rápida porque el Mallorca pasaba una época terrible, de las más difíciles que ha pasado en su historia, seguro. Estaba arruinado.

– ¿Más que ahora?

– Sí, más que ahora. En aquella época no sólo era el tema económico. No podíamos fichar a ningún jugador de fuera, y me lo ocultaron. Se debían 35.000 pesetas a Iberia. Buscaban un presidente que dirigiera al Mallorca de una forma absurda, porque lo es que no pudiéramos fichar a ningún jugador de fuera. Nuestros rivales eran el Alcoyano, el Elche y algún otro para ascender a Segunda División después de quedar campeón de calle ante el Binissalem, Poblense, Murense o Constancia. Pero el campo estaba medio vacío.

– Parece que no haya pasado el tiempo.

– Iba menos gente que ahora, un quince o veinte por ciento del aforo, y 600 accionistas que no pagaban porque habían contribuido a construir el Lluís Sitjar. Era una cosa terrible. Eramos tres mil en un Lluís Sitjar con un aforo de 23.000. Esta situación se puede aguantar un año, pero no varios años.

– ¿Cuál es su primer recuerdo del Mallorca?

– Desde pequeño siempre he tenido al Mallorca en el corazón. Tenía un negocio que me ocupaba mucho tiempo, era como un niño pequeño. El fútbol sólo era un entretenimiento. No podía entender cómo alguien pensara en mí para que fuera presidente del Mallorca. Estuve el día de la inauguración del Lluís Sitjar, en 1945 contra el Xerez, y me acuerdo como si fuera ahora.

– ¿Se llenó el campo?

– No, pero había mucha gente.

– ¿Quién piensa en usted para ser presidente del Mallorca?

– En estos momentos no quiero dar nombres porque he empleado la palabra engaño. Me dejaron de decir que la Federación Balear nos había prohibido fichar jugadores por una deuda de 35.000 pesetas y por otras deudas a jugadores. Con esta situación era difícil pensar en el ascenso a Segunda. Había que solucionar esta deuda para ilusionar a la afición y poder ascender, porque de lo contrario lo mejor era que me fuera.

– Y pagó la deuda.

– Pago las 35.000 pesetas y pedí a la Federación que me dejaran fichar. Me dijeron que no nos podían levantar la sanción de inmediato porque era una orden de arriba. Les dije que el Mallorca tenía una afición dormida, que se veía mucho cemento en el campo. Era una catástrofe y así no podíamos seguir. Así aguanté dos años.

– Tuvo mucha paciencia.

– Un día reuní a las peñas y les mostré mi impotencia. Les dije que de aquella manera no podía ascender nunca al equipo. Estaba asqueado porque no quería ser un presidente para perder el tiempo. Les dije que dimitía si la Federación no me autorizaba a fichar cuando ya había pagado. Mil quinientas personas se reunieron en una manifestación en la plaza de Cort, donde estaba la sede de la Federación. Fue agresiva, con gritos y ruido durante una hora, aunque no se pegó a nadie. Era mayo del 57. Tras esta manifestación recibo una carta que decía: «La Balear de Fútbol autoriza al Mallorca a fichar jugadores». Se reparó una injusticia que se prolongó durante tres años. Se me pone la piel de gallina pensar en aquello porque me jugué mucho, pude haberme ido a la ruina.

– Y se puso a fichar.

– Hacía tres meses que había traído al Real Madrid, el equipo más laureado del mundo, para jugar un amistoso. Quería comprobar si en Mallorca había afición al fútbol de Primera, si los payeses dejaban el arado para ir al fútbol, si los dependientes pedían permiso a sus jefes para ver al Real Madrid. Y salió bien. Cubrimos gastos, pero lo mejor es que establecí amistad con Santiago Bernabéu. Le llevé por todo. El campo estuvo casi lleno en un miércoles a las cuatro de la tarde porque el Lluís Sitjar no tenía luz. Me di cuenta de que si hacíamos las cosas bien podíamos conseguir cualquier objetivo que nos propusiéramos.

– Fue un examen a la afición.

– Quería saber si los aficionados responderían ante el mejor equipo. Había que empezar de cero para intentar ascender a Segunda. Quería hacer una casa nueva. Un día convoqué a los directivos y les dije que quería hacer limpieza en el vestuario. De 23 tenía claro que me quedaba a Joan Forteza, además de a Magí. Estábamos a dos meses de empzar la Liga y el Mallorca lo formábamos estos dos jugadores, el gerente y yo. En veinte días fiché a catorce jugadores, aunque alguno, como Currucale, estuvo un mes en responderme.

– Dicen que el Mallorca le debe mucho a Alfredo di Stéfano.

– Cuando jugó el partido contra el Mallorca, se enamoró de la isla. Vino de vacaciones en julio, y a través de un argentino, me llama y me habla de un tal Juan Carlos Lorenzo, un ganador nato, y que podía combinar las funciones de entrenador y jugador porque tenía 33 años. Me fié de Di Stéfano porque era y ha sido el mejor futbolista de la historia. Si la jugada me salía bien era la gloria; si salía mal, era la muerte. Me pongo nervioso de contarlo, hacer un equipo en veinte días para ascender a Segunda. Estaba tan nervioso que por las mañanas me levantaba con todo el colchón mojado. He sufrido más por el Mallorca que por mis negocios. Expuse mi dinero y mi prestigio por el club.

– Se la jugó con Lorenzo, un desconocido sin ninguna experiencia en los banquillos.

– Cuando vi jugar al equipo pensé: «Este entrenador nos llevará a Segunda». En la final empatamos 2-2 en Tarragona y aquí

6-0. Recuerdo que se lanzaron miles de globos al cielo. Fue algo indescriptible.

– Y una vez en Segunda…

– Me marqué como objetivo subir a Primera. Necesitábamos cinco o seis refuerzos, con experiencia en Primera. Fiché a Julià Mir, del Poblense, que estaba a punto de cumplir los 18 años, la edad mínima reglamentaria para jugar en Primera, que marcó el último gol del Mallorca en Segunda. Otro mallorquín, Forteza, marcó el primero en Primera. Es algo histórico. Eran los únicos mallorquines del equipo.

– La temporada no fue un camino de rosas.

– Fuimos líderes bastantes jornadas, aunque tuvimos altibajos, con algunas cosas raras que ocurrieron, pero al final todo fue bien y logramos ir a la final. Pero si ganaba el Córdoba nos perjudicaba. Envié a Pep Lluís Riera, un mallorquín que jugó en el Atlético de Madrid. Lafuente me dijo que era una gran persona y que me podía fiar de él. Le di 150.000 pesetas para que fuera a San Fernando a darles una prima a los jugadores para ganar al Córdoba. Ganaron 1-0 y nosotros 1-2 al Levante, en el estadio de Vallejo, con goles de Rodríguez II y Mir. Creo que hice bien dando una prima, el más tonto lo hubiera hecho. Consideré que estas 150.000 pesetas suponían el diez o el quince por ciento del ascenso.

– 17 de abril de 1960, una fecha para la historia. ¿Cómo recuerda aquél día?

– Estaba como atontado. Llegamos con el barco al puerto y escuchamos los cohetes. Nos recibió el alcalde, Masanet, muy buena persona, y creo que había, sin exagerar, unas 50.000 personas en el puerto. Había más gente que cuando Franco visitaba Mallorca. Los jugadores me llevaron a hombros, desde el puerto hasta Cort.

– ¿Qué jugadores destaca de aquel ascenso?

– Forteza, Mir, Zamora, el hijo del mítico Ricardo Zamora. Fue uno de los jugadores clave, junto a la defensa, Currucale, Cobo, Guillamón, Bolao. Fue algo histórico, una cosa tan grande que no se puede explicar. Algo inolvidable.

– Y se mantuvieron tres años en Primera División.

– El fútbol actual te demuestra que la parte económica en un club de fútbol es fundamental. Casi todos los clubes están endeudados. Menos el Barcelona y el Real Madrid, todos están con el agua al cuello. Deseo que el Mallorca se clasifique para la Liga de Campeones porque la deuda del club es grave. Tiene mucho mérito porque los jugadores, uno por uno, no valen nada. La única solución para arreglar en parte el problema económico es clasificarse para la Liga de Campeones porque ganaría mucho dinero. Lo que interesa es saldar los catorce millones que se deben a Hacienda y pagar lo que se debe.

– ¿Cómo sigue al Mallorca ahora?

– Por la televisión, por la radio y prensa. Veo algunos partidos, pero tengo la tensión un poco alta y me pongo demasiado nervioso. Procuro tomármelo con calma, sin enfadarme y como un hobby. Hace muchos años que dejé de ir al campo porque me ponía demasiado nervioso.

– ¿Cuánto hace que no va al campo?

– Unos quince años. A Son Moix he ido cuatro o cinco veces únicamente.

– ¿Qué opina de todos los problemas por los que ha atravesado el club en los últimos años, la gestión de Grande, la llegada de los Martí Mingarro y el regreso de Alemany?

– No quiero meterme en cosas que no he vivido y que no puedo opinar. Se podría pensar que doy instrucciones a unos señores que están ahora en el club. Lo miro desde fuera y hay cosas que están bien hechas y otras no tanto. Alemany ha tenido una desgracia con la venta a Martí Mingarro porque le ha salido rana. Pero Dios nos ha ayudado porque los jugadores han hecho un milagro.

– Va muy poca gente a ver al equipo.

– El problema es de las televisiones. Dan demasiado fútbol gratis, te vas a un bar y ves al Mallorca por un café. Es veneno.

– ¿Por qué dejó el Mallorca?

– Si lo digo me pondré a llorar. A final de temporada, con el equipo salvado, jugábamos contra el Espanyol, cuyo secretario técnico era Ricardo Zamora, el mejor guardameta de la historia y padre de nuestro portero, de igual nombre. Resulta que el Espanyol marcó un gol raro y una parte de la afición del Lluís Sitjar me acusó de comprarme. Me molestó mucho. Acabamos perdiendo por 1-5. Presenté la dimisión a falta de dos partidos para finalizar la Liga y dejé el club en Primera y con 200.000 pesetas de superávit. Además, no vendí a ningún jugador. Al año siguiente el equipo descendió a Segunda.

DIARIO DE MALLORCA

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