Alineaciones:
España: Casillas, Sergio Ramos, Piqué, Puyol, Capdevila; Busquets (Torres60’); Silva (Navas, 60’), Xavi Hernández, Xabi Alonso, Iniesta (Pedro, 77’); Villa.
Suiza: Benaglio; Lichtsteiner, Senderos (Von Bergen, 35’), Grichting, Ziegler; Barnetta (Egimann, 90’), Inler, Huggel, Fernandes; Derdiyok (Yakin, 79’) y Nkufo.
Goles: 0-1 (52’).- Fernandes remata un balón suelto, tras rechace de Casillas y rebotar el balón en Piqué.
Árbitro.- El colegiado inglés Howard Webb. Amonestó a Grichting (32’) por un claro agarrón a Iniesta fuera del área y a Ziegler (73’) por otro a Navas.
Incidencias. Partido de la primera ronda del M 2010, disputado en el Durban Stadium. Tarde agradable, aunque con un ligero viento. Presidieron el encuentro los Príncipes de Asturias, don Felipe y doña Leticia. Lleno: 62.453 espectadores. A algunos miles de seguidores españoles se sumaron multitud de sudafricanos, la mayor parte hindúes. Muchos suizos, también, en las gradas. Lleno. Terreno impecable. Espléndido ambiente.
Comentario:
0-1. – Un rebote dio a la ultradefensiva Suiza el gol de su afortunada victoria. España buscó con ahínco y un dominio abrumador el triunfo, pero se estrelló ante un muro impenetrable.
Los estrategas del fútbol suizo inventaron a comienzos de los años cincuenta un sistema de juego conocido como el “béton”, cemento en su traducción al castellano. El calificativo era tan claro como sus intenciones. Establecían muros de él para proteger su debilidad ante rivales superiores. Casi 60 años después de aquello, su seleccionador, Ottmar Hitzfeld, laureado técnico curtido en el fútbol grande europeo (Bayern Munich), amante declarado del juego alegre y ofensivo decidió resucitar el “béton” en su más cruda realidad: diez jugadores de contención y un punta (Nkufo) para intentar paliar su manifiesta inferioridad ante España. Con frecuencia, deshacerse de este tipo de adversarios cuesta más que derrotar a otros mucho mejores. A veces hasta te ganan. Consiguen hacerlo, incluso, por primera vez en su vida como los suizos, pero lo consiguen. Son cosas que pueden pasar.
La selección no se enfrentó, sin embargo, a un problema inesperado. Cabía esperar que Hitzfeld hiciera lo que hizo y especialmente que su capitán Inler tratara de amargarle la jornada a Xavi por lo civil…y por lo no civil. Pero era, naturalmente, un asunto que solventar. El equipo jugó como sabe, tocando y volviendo a tocar, pero incomodado por el número de rivales agrupados en protección de su guardameta y por el ardor de algunos de ellos, con su “capi” a la cabeza. Frente a situaciones de esta índole, de las que ya se han dado bastantes en el Mundial y, desde luego, en todos los inferiores a sus grandes enemigos, abrir el marcador es esencial, porque eso mina la resistencia de cualquiera. España no encontró, sin embargo, demasiados huecos, porque una decena de hombres defendiendo son muchos hombres destruyendo. Una jugada de Silva y un flojo remate de Iniesta, ambos antes de los 20 minutos de juego, no solucionaron el espinoso tema, aunque España fuese muy, muy superior a Suiza.
Casi a los 24 minutos, el campeón de Europs dispuso de su primera ocasión franca. Piqué recibió un pase de Silva en la esquina del área. El central recortó a su marcador y encaró a Benaglio, que anuló su remate a bocajarro con una salida rapidísima. Seis minutos después, una larga jugada del medio campo español la zanjó Grichting con un agarrón a Iniesta al borde del área. El lanzamiento de Villa no causó daño, pero heló la sangre de los suizos, muy reacios a emprender cualquier aventura de ataque si eso podía causarles el más mínimo riesgo. Sin grandes estridencias, es verdad, España cada vez se acercaba más al guardameta suizo. A la esa superioridad sólo le faltaba, claro, algo tan esencial para ganar como un remate certero. Pudo llegar a los 44 minutos, cuando Villa se escapó por la izquierda, se deshizo de su marcador con una finta y lanzó un balón que se marchó fuera por poco. No era mucho, pero significaba bastante. No contábamos por entonces con la formidable entereza del guardameta Benaglio y de sus protectores.
Cuando concluyó el primer tiempo, sin goles, pero claramente decantado del lado del mejor, que no era el del impenetrable “béton”, Miñano, preparador físico de la selección, e Iniesta se encontraron al comienzo del túnel. Miñano debió preguntarle algo a Andrés, que le dio una palmada al físico. Un gesto de que se encontraba en condiciones de seguir. Andrés había ido a más a medida que transcurrían los minutos, que si fueron plácidos para la defensa (Casillas únicamente tuvo que estirarse en un remate lejano y estar preparado en los córners), no lo fueron para el ataque, necesitado de las habilidades de Iniesta para perforar el muro de contención de Hitzfeld y sus diez zagueros permanentes. Sabemos que estas cosas requieren velocidad en el toque, pero calma, no apresuramientos; tener la cabeza fría y el corazón a buen recaudo, sentido del desmarque y toque preciso. Todo lo que abre heridas. Iniesta domina esas artes como ninguno.
A los 52 minutos se produjo un suceso excepcional, uno de los que surgen de cuando en cuando, algo sumamente imprevisto, además de injusto, pero, ¿qué más da? Derdiyok profundizó con un balón, salió al corte Casillas, que lo hizo, rebotó el balón en Piqué, que acabó sangrando por la cara, y no fue eso lo peor. Lo peor fue que el balón quedó flotando y Fernandes lo metió como una bala en el marco de Iker, cuya reacción desesperada no pudo evitar el tanto. El gol, válido a todas luces, no tenía que ver con lo que estaba ocurriendo en el campo. Ni se lo había merecido España, ni se lo había merecido Suiza. Obligaba a un esfuerzo mucho y muy reforzando anímicamente. De modo absolutamente sorprendente, España estaba en apuros.
La selección jugó los últimos 30 minutos con el corazón en un puño, tratando desesperadamente de solucionar lo que estaba pasando, irreal, que no había sido contemplado ni en el peor de sus sueños. Suiza se defendía con un orden irreprochable, insuperable por alto, con un fútbol agrio y desapacible, pero rentable, al fin y al cabo. Las desgracias no quedaron ahí. A los 69 minutos, al saque de un córner, Xabi Alonso lanzó un trallazo al travesaño, en lo que era el colmo de las penas del equipo, que no quedaron ahí. Dos después, medio cayéndose, Navas mandó un remate cercano al cuerpo de Benaglio. La respuesta suiza no tardó en llegar: a los 74, Derdiyok, en una larga acción personal, mandó el “Jabulani” al poste izquierdo de Casillas. Al poco se lesionó Iniesta.
El partido finalizó como finalizan todos los que son así: arrebatados. A la desesperada. Con todos los españoles buscando la diana del empate. Con el corazón palpitando a 200 pulsaciones, los nervios destrozando la piel de los españoles y el campo hecho un clamor. Suiza se defendió impecablemente, admitámoslo, pero nunca se mereció lo que le deparó el marcador en su noche más feliz en años. Habrá que ganar los dos próximos encuentros para seguir, pero de este equipo puede esperarse eso… y mucho más.
RFEF
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