Tomeu Maura
Nadie le puede discutir a Gregorio Manzano que está cargado de razón cuando se queja de que no ha cobrado. En su situación, seguramente cualquiera de nosotros haría lo mismo. Sin embargo, lo único que está consiguiendo con su actitud es autoinmolarse profesionalmente, porque está quedando en evidencia ante el resto de clubes de Primera División.
Manzano ya cruzó el pasado verano una línea prohibida cuando no vaciló en criticar públicamente a Javier Martí Asensio por el fichaje de Bruno China. Manzano desató entonces una guerra civil en el club, pero también dejó implícito un mensaje que a él no le favorecía en absoluto. Desde ese momento muchos presidentes se dieron cuenta de que era un entrenador peligroso..y nadie quiere fichar a un entrenador peligroso.
Hasta que se marchó Martí Asensio siguió lanzando dardos envenenados, y en las últimas semanas del Campeonato, cuando era una evidencia el concurso de acreedores, tampoco vaciló en poner contra las cuerdas a Alemany. El resultado es que no sólo no ha cobrado -ni va a hacerlo hasta que haya un convenio de acreedores-, sino que además está sin equipo cuando eso parecía imposible.
Lo que más me extraña es que su representante, Manuel García Quilón, que es un tipo listo y con un conocimiento exhaustivo sobre los mecanismos en los que se mueve el fútbol español, le permita que siga sacando los pies del tiesto. A Manzano alguien debería explicarle que en la vida hay que saber cuándo se gana y cuándo se pierde, y él ahora está a punto de formar parte de una lista negra que podría dejarle fuera del circuito de entrenadores.
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