Tomeu Maura
El mismo fin de semana en el que Michael Laudrup permanecía oculto en una de las habitaciones de s’Olivaret, Llorenç Serra Ferrer recibía en el restaurante de su hotel rural la visita del empresario andaluz Luis Oliver, que a través de su sociedad Bitton Sport estaba a punto de comprar la mayoría accionarial del Betis. Oliver le puso encima de la mesa a Serra Ferrer un cheque en blanco y un contrato por cuatro temporadas con plenos poderes. La respuesta fue un «no» categórico.
En el momento en el que se produjo esa oferta Serra Ferrer todavía no había hecho efectiva la opción de compra de las acciones de Mateu Alemany. De hecho, ni siquiera había sido presentado Michael Laudrup. La salida hubiera sido muy sencilla, y la oportunidad era, tanto profesional como económicamente, extraordinaria. El mallorquín es un verdadero ídolo popular en la banda heliopolitana de Sevilla, y su fichaje hubiera sido la mejor carta de presentación para el empresario Luis Oliver.
Serra Ferrer dijo que no porque ya hacía tiempo que había decidido apostar por el Mallorca, y aunque es cierto que siente también muchas simpatías por el Betis, equipo al que llevó a un título y a un subcampeonato de Copa, y con el que jugó la Liga de Campeones, ahora está centrado exclusivamente en el proyecto que él dirige desde el despacho en Son Moix que ocupaba hasta hace poco el ex-presidente Tomeu Vidal.
Luis Oliver no aceptó la primera negativa de Serra Ferrer y ha seguido insistiendo, pero siempre ha sido en vano. Incluso después del fichaje de Pepe Mel como entrenador bético, se ha vuelto a dirigir al mallorquín para ofrecerle el cargo de mánager general. Oliver sabe que si consigue presentarse con Serra Ferrer tendrá a todo el beticismo a su favor, pero lo que desconoce todavía es que la voluntad del mallorquín no se va a doblegar. Serra Ferrer ha dado el paso para perpetuarse durante muchos años en el Mallorca, y tiene claro que es es su único deseo.
La implicación del pobler en este proyecto es patente desde el primer momento. Es el primero que llega al estadio de Son Moix y el último que se va. Su almuerzo consiste en un bocadillo y un botellín de agua, y muchas noches cruza la puerta de su domicilio ya muy cerca de la madrugada. A Serra Ferrer se le podrán discutir muchas cosas, pero nunca que no sea trabajador. Ya era así como entrenador, y ahora que se ha convertido en copropietario todavía invierte más horas.
También conviene aclarar que hasta ahora Llorenç Serra Ferrer no ha cobrado ni un solo euro del Mallorca. Por no tener, no tiene ni siquiera contrato, y ha asumido que su salario, cuando se le asigne, estará a años luz de su caché habitual. Para él ahora eso no es lo importante. Tiene una idea, se siente identificado con un club al que llegó en 1983 y del que salió de manera injusta diez años más tarde, y su proyecto pasa por un plan a largo plazo que convierta al Real Mallorca en una entidad saneada y con una política de cantera eficaz. Por eso no se fue al Betis ni piensa hacerlo. Ha venido aquí para quedarse.
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