El Real Mallorca de la nueva era se descubre hoy ante su afición en un Ciutat de Palma que marca un antes y un después en la historia del club balear. Es marcar una raya que delimita el pasado y el futuro. El proyecto de Serra entra en escena.
Es cierto que todavía con muchas dudas, pero con la ilusión de comprobar como entra aire nuevo en Son Moix. Hace dos años justos, Vicenç Grande recibió una pitada monumental entre el fuego y el humo. Es necesario valorar en qué situación estaba el club en ese momento y cómo está ahora.
En agosto de 2008 la inestabilidad era absoluta, el Mallorca estaba en venta, Grande se aliaba con Davidson y Borja Valero estaba vendido y se presentaba con la camiseta del Mallorca. No cabía mayor esperpento. Acabó como es sabido y ahora esa historia que ha durado dos años con idas y venidas de variopintos personajes, toca a su fin. El club está en concurso, tiene una limitadísima capacidad de maniobra y la austeridad marca todos sus movimientos. Pero aún así el proyecto destila ilusión, no por su excentricidad, más bien por todo lo contrario. Serra Ferrer y su equipo han trasladado la idea de que este club es de todos, que está abierto y que es imprescindible que el mallorquinismo esté más unido que nunca.
El conflicto con la UEFA si ha sevido para algo ha sido precisamente para unir y hoy este nuevo espíritu debe ser el que presida el partido. Futbolísticamente hay alicientes de sobra.
A partir de las ocho de la tarde, que es cuando va a empezar a rodar el balón, los aficionados podrán ver una amplia representación de los mejores productos que ha dado la ‘fábrica’ de Son Bibiloni. Hasta la fecha se intuía que había buen material, pero ni Manzano ni Nando Pons han sido nunca partidarios de la cantera. Hoy, gracias a su diseño de club, no existe otra salida que confiar de golpe en la gran mayoría de jugadores surgidos de la ciudad deportiva.
La política deportiva de Pons y Manzano ha llevado el club a la más absoluta ruina y ahora es Serra Ferrer quien debe hacer el trabajo sucio, poner punto y final al desastre que director deportivo y entrenador orquestaron y confiar en los futbolistas que han crecido entrenando a las orillas de la carretera de Sóller.
Es el turno de hombres com Emilio Nsue, Pau Cendrós, Martí Crespí, Michael Pereira o Sergi que unirán su esfuerzo a los ya consolidados Martí, Ramis o Víctor. Es su momento y no hay ahora ni excusas que valgan ni arrepentimientos. Es cierto que han sido muchos años de ostracismo y ahora, liberados de las cadenas, es la hora de demostrar su valía en el más alto nivel del fútbol español. Y esta tarde es el primer examen. De lo que pueda hacer hoy el equipo de Laudrup se podrán calibrar también el gancho que este puede llegar a tener de cara al futuro.
La victoria es importante, pero también lo es dar una sensación de equipo en mayúsculas, de rigor táctivo y de idea futbolística. Posiblemente sea pedir demasiado para tan poco tiempo de trabajo, pero el fútbol es exigencia y también es bueno que a este nuevo proyecto se le exija. El campo presentará un buen aspecto de público y habrá ambiente.
El partido empieza a las ocho de la tarde, pero antes, a partir de las siete, una representación de equipos del fútbol mallorquín -de momento 50 han confirmado su asistencia- harán la vuelta de honor al estadio para sentirse partícipes también ellos de este proyecto. Después se presentarán los conjuntos de la cantera y el primer equipo y a las ocho, con arbitraje del balear Pedro Sureda Cuenca, arrancará el Ciutat de Palma. Es la puesta de largo del nuevo proyecto de Serra. El fútbol llega de nuevo a Son Moix.
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