Es una leyenda viva del mejor Constancia de la historia. El único superviviente de aquella generación de futbolistas que llevaron al Constancia a ser considerado un equipo querido por los aficionados de media España. Este viernes se le rendirá un justo homenaje junto a otro constancier irrepetible: Pere A. Serra Bauçá.
Miguel Vidal
Tomeu Salas Ribot nació el 30 de noviembre de 1919 en Palma. Se inició en el Peña Soledad y el Juventud Antoniana. La guerra civil cortó su trayectoria futbolística al verse obligado a sustituir las botas por el mosquetón. Participó en la batalla del río Ebro y fue herido en cinco oportunidades a lo largo de la contienda bélica. Alardea de que las balas le hicieron coraza en su poderío físico.
Rebajado de servicio le mandaron a Torremolinos y fichó por el Malacitano, hasta que volvió a Mallorca y en marzo de 1940 suscribe contrato por el Constancia a cambio de una gabardina y diez pesetas de dieta martes y jueves cuando iba a Inca a entrenar. Bartolomé Salas estuvo cuatro temporadas en un Constancia que promocionó incluso para ascender a Primera División, formando con el meta Andreu Company y el menorquín Germán Bagur una defensa de hierro, y sin duda una de las mas populares que han existido nunca en esta tierra.
Su fama de defensa de acero -« escatsa, Salas, escatsa », le gritaba la gente cuando hacía sus peculiares entradas a ras de hierba- le valió para que el Hércules de Alicante, que acababa de ascender a Primera División aquella temporada 1945-46, le fichara. El Hércules descendió de nuevo de categoría, pero Salas continuó en la élite, esta vez en las filas del Celta de Vigo, donde coincidió con Miguel Muñoz, Pahiño y Areitio, y sólo una lesión le impidió jugar la final de Copa de España de 1948 contra el Sevilla. En la semifinal, frente al Espanyol, Salas había sido de los más destacados de su equipo.
Salas estuvo tres temporadas en el Celta. Una suculenta oferta económica le decidió por el Murcia, que estaba en Segunda División, y al que colaboró a ascender a Primera División la temporada 1949-50, descendió de nuevo de categoría la 1950-51 y tras una temporada más en Segunda División dejó el Murcia para volver a Palma y fichar en junio de 1952, con treinta y tres años de edad, por el Mallorca. Eran los tiempos de Rullán, Mengot, Morro o Miguel Sans, tiempos de Crespí y Sabater.
En 1956 Salas recibió la baja del Mallorca y fichó por el Porreres, una temporada, para acabar su larga y exitosa carrera futbolística con treinta y ocho en el Club Deportivo Soledad. Hoy, con 91 años, vive en Sant Jordi junto a la única mujer de su vida, Margarita Mas Cardell, con la que contrajo matrimonio en la Iglesia de la Soledad, en Palma, el 1 de agosto de 1946. Ha llovido, pero siguen tan enamorados.
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