El 20 de abril de 2009, el 1-1 ante el Valencia B en Can Misses suponía dejar la Segunda B. Meses después los impagos condenaron al club a Regional, anticipo de su desaparición
IBIZA | PABLO SIERRA DEL SOL Como en la canción de Celtas Cortos, ocurrió un 20 de abril. Hace exactamente dos años, la aventura deportiva de la Unión Deportiva Eivissa-Ibiza comenzó a tocar a retirada. Aquel domingo primaveral de 2009, el equipo que entonces entrenaba Alfredo Santaelena empató ante el Valencia B en Can Misses (1-1), consumando su descenso matemático a Tercera División.
José Antonio en la puerta; Ibon Begoña, José Rodríguez, José García y Olalla, en la defensa; en la zona ancha: Rial, Iván García, Raúl Rodríguez y Sanz; más Samir y Pisano en el ataque. Con esa alineación titular quedaban atrás 664 días en Segunda B, una división a la que había costado mucho escalar tras 15 temporadas en el barro de la máxima categoría balear.
Aquella fatídica igualada confirmó la defunción deportiva de un equipo que arrastraba seis meses de impagos por parte de una directiva, que diez meses antes había anunciado un proyecto para «subir a Primera en cinco años».
Realmente, fue el principio del triste y agónico fin de la versión resucitada de la mítica Sociedad Deportiva Ibiza, desaparecida a principios de los 90 también por las numerosas deudas acumuladas con su plantilla de entonces (180.000 euros).
La tormenta de primavera dejó paso al bochorno del verano. Tras no completarse la esperada conversión en Sociedad Anónima Deportiva de la entidad y no llegar, por tanto, la necesaria ampliación de capital, el presidente Pedro Ortega tomó las de Villadiego y abandonó el club.
El club quedaba entonces en estado de coma profundo y debía volver a comenzar desde la Regional, después de sufrir el 4 de agosto un nuevo descenso en los despachos al no saldar con la Asociación de Futbolistas Españoles la deuda contraída con la última plantilla que defendió la elástica vilera en Segunda B.
En ese momento, tomó el timón de la nave el hasta entonces vicepresidente Antonio Stinà, que se llevó al equipo a realizar una lujosa pretemporada a Italia, pero que no pudo aportar el capital necesario para aliviar sus problemas económicos.
Puntilla italiana
Finalmente, la puntilla llegó de la mano de Emmanuelle Maffezzoni, cabeza visible de un grupo inversor panameño que comenzó a invertir supuestamente en el club a finales de marzo de 2010.
El 30 de abril, el empresario italiano era detenido por estafa. La muerte de la Unión Deportiva estaba consumada tras el carrusel de esperpentos y el 8 de junio del año pasado la Junta Gestora firmaba la disolución de la entidad.
Diario de Ibiza
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