Hexacampeona de Europa y bicampeona mundial. La selección española de fútbol sala viste el oro como ninguna y el pasado sábado reafirmó su condición de mejor equipo del viejo continente en el Europeo de Croacia. Un ejemplo más de que en este deporte, practicado en España por un 9’6 % de personas de entre 7 y 64 años y con casi 110.000 federados según datos del CSD de 2010, no hay rival. Eso sí, frente a la plenitud de la ‘miniroja’, la salud de su Liga ofrece achaques preocupantes.
La crisis económica y la negativa repercusión sobre la pequeña y mediana empresa, principales valedoras en el patrocinio de este deporte en los últimos años (inmobiliarias y empresas de automóviles, en mayor medida), han alterado la viabilidad del negocio y firmado defunciones de clubes de larga trayectoria que se han visto obligados a desaparecer o fusionarse para sobrevivir.
Martorel, Pinto, Guadalajara, Móstoles o Boadilla, entre otras, son ejemplos de poblaciones que han vivido en sus carnes un fútbol de parqué que acabó en bancarrota. Y Benicarló (Castellón), semifinalista de Liga la pasada temporada y antepenúltimo clasificado en la presente, ha sido la última víctima. «No hay dinero. Los socios aprobaron que tiráramos la toalla», afirma a 20minutos.es el presidente del club, José Antonio Gellida. Punto y final.
«Los clubes siempre han vivido de las subvenciones públicas y la crisis ha obligado a ponerle fin, porque el fútbol sala ahora mismo no es una prioridad», reconoce Fernando Jovaní, preparador físico del club, natal de Benicarló y uno de los últimos en dejar el barco tras cinco años en él.
«Llevábamos cuatro semanas viajando en furgonetas, lavando los petos en casa, ayudándonos los unos a los otros y esperando a que la situación cambiara. Ha habido a jugadores a los que se les ha cortado el agua o a otros a los que se les ha tenido que prestar dinero para gasolina», relata Jovaní.
No parece sencillo llegar a este punto en un equipo que movilizaba entre 12.000 y 15.000 aficionados a la semana en una población de 26.000 habitantes. ¿El desenlace? Mala gestión acumulada en años de despilfarro; un ingreso de 210.000 euros procedente de un acuerdo de patrocinio anual con el aeropuerto de Castellón que no se ingresa; el embargo de las cuentas que imposibilitan al Ayuntamiento otorgar subvenciones; de 670 socios se pasa a 400 por culpa de la crisis, y por la misma, la masa de empresas que patrocinaban al equipo huyen.
Una temporada cuesta 700.000 euros
«Un equipo mediocre en División de Honor una temporada cuesta unos 700.000 euros», dice Gellida, presidente del Benicarló que reconoce haber asumido de su bolsillo los gastos del presente curso junto al vicepresidente José Bernat. «No podemos decir cuánto dinero hemos puesto, para no afectar a nuestras familias”, prosigue.
Las críticas del mandatario se dirigen, por un lado, a la Liga Nacional de Fútbol Sala—»no nos ayudan nada y tienen un problema serio de cara al futuro», ya que considera que los equipos pequeños no pueden asumir esos presupuestos. Por otro, la «falta de disciplina» en el club cuando los impagos se sucedieron en el arranque de temporada—»aquí todo el mundo habló; en otros equipos nadie hubiera dicho nada, y eso afecta a la imagen». Y por último, a los medios: «Sin la televisión detrás de los equipos, no se puede soportar este nivel».
La situación no parece ser aislada. Unos pocos equipos —Barcelona, Inter Movistar, ElPozo, Caja Segovia o Lobelle, entre otros en Primera División, y alguno de Segunda— se mantienen sanos. Equipos fuertes, con apoyos o simplemente bien gestionados. No es lo habitual. «En materia de gestión, la Liga es un desastre y es una vergüenza que se permita a los clubes competir pese a tener deudas con los jugadores», describe ‘Gus’, portero y el último capitán del Benicarló FS después de la estampida de jugadores en el último periodo de fichajes.
«Zamora, Pinto y ahora Benicarló. Van tres veces en las que me dejan dinero a deber y esto pasa en casi todos los equipos. Esta vez serán más de 10.000 euros los que no cobraré», insiste.
Al preguntarle por el oro de Croacia y la repercusión directa sobre el campeonato doméstico, la sinceridad fluye: «Me alegro porque conozco a varios jugadores, pero no sirve para nada. Damos la impresión de ser los mejores en esto, pero el modelo no funciona. El dinero que se gana, por ejemplo, podría ir a los equipos», considera.
¿Futuro profesional o amateur?
Una de las salidas del atolladero en el que se halla este deporte y los propios futbolistas, según los implicados, podría ser el regreso a un modelo amateur o semiprofesional. «Como hace el Mirandés, que entrena una vez al día y deja libertad y flexibilidad a sus futbolistas para poder tener un trabajo por las mañanas», apunta Fernando Jovaní, que considera otras soluciones como que “los gestores avalen con su patrimonio el 30% del proyecto” o que se rebaje el precio de la inscripción anual (se necesitan 100.000 euros solo para competir)”.
Por contra, la Liga Nacional de Fútbol Sala tiene claro que la profesionalización es la única vía para construir equipos fuertes y solventes. “Desde la llegada de Javier Lozano a la presidencia, se ha hecho mucho hincapié en la profesionalización de las estructuras dentro de un club a todos los niveles –inversión, infraestructuras, cantera…– y sobrevivirán los que mejor se ajusten. Azkar Lugo es un gran ejemplo, al igual que Granada (Oxipharma FS)”, indican desde la Liga.
Desempleo y paciencia
«Ahora al paro, a seguir entrenando y a esperar a que aparezca alguien», pronostica ‘Gus’, que este miércoles recibió del club la ‘carta de libertad’ junto a los ocho jugadores restantes de la primera plantilla y tres del filial.
El futuro de ellos a corto plazo es gris, ya que hasta final de temporada solo podrían ocupar un hueco en Primera A, tras cerrarse el mercado de fichajes el 31 de enero en Primera y Segunda división. Algo que solo cambiaría si la Liga concediera una amnistía de tiempo en el plazo límite. «Parece poco probable, porque sentaría un precedente con otros equipos y no sería justo», opina Jovaní.
Pasan las horas, crecen las deudas y las dudas. Rueda el balón y siempre acaban pagando los mismos, los ‘humildes’ que corren.
20minutos.es
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