El siguiente juego sería el rugby. Los futbolistas lo daban todo y más de uno terminaba comiendo arena, placajes y todos al suelo en un sinfín de ocasiones. A través de estos juegos se persigue la mejora de la condición física pero haciéndolo de este modo, el grupo se cohesiona cada vez más con cada actividad. Terminado el rugby aparecían dos cuerdas que darían mucho juego.
Divididos en cuatro grupos de cinco futbolistas, cada equipo se ponía en un extremo de las cuerdas. Éstas, tenían un peto que delimitaba la mitad de la cuerda y el ejercicio consistía en estirar al máximo para que el peto llegara lo antes posible a su lado. En el primer intento Tomer, Pina y Pereira gastaban una broma a sus compañeros y tras unos segundos de forcejeo, soltaban la cuerda haciendo que los del otro extremo cayeran al suelo.
Otra novedad eran hoy los juegos con sacos. Mediante carreras individuales y por grupos, los futbolistas hacían trayectos cortos enfundados dentro de los sacos tratando de llegar a la meta. Uno de los más habilidosos era Alfaro, quien llegaba el primero a la meta pero además haciendo una voltereta.
Para terminar, ya todos en remojo se hacían ejercicios con balón y freesby e incomprensiblemente nadie más del cuerpo técnico terminaba en el agua. Debía ser motivado por el cansancio…
RCDM
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