Hoy me siento muy triste porque una de las leyendas de la historia del Mallorca, Luis Alberto “Chango” Díaz, se está debatiendo entre la vida y la muerte. Con Chango me une una amistad personal de casi 30 años que comenzó en 1984, cuando tuve el privilegio de jugar a fútbol-sala con él y con otros mitos del mallorquinismo como Jorge Mendoza, Benjamín Cáceres, Bartolomé Bartolí o Juan Parera. Aquella fue una experiencia que duró varias temporadas y que nunca olvidaré no sólo por la enorme calidad que tenían, sino sobre todo por su dimensión humana, muy lejos del estereotipo actual de futbolista. Aunque Chango lleva muchas décadas viviendo en Sa Pobla, donde es particularmente querido, seguramente la mayoría de vosotros, por cuestión de edad, no habéis oído hablar de él. Dejadme entonces que os cuente su historia, la historia del Pelé blanco del Mallorca.
El 1 de agosto de 1971 hace mucho calor en Mallorca, pero la noticia no es la temperatura, sino el partido amistoso que debe disputar el equipo en el Lluís Sitjar nada menos que ante el Liverpool, que en aquella época, y de la mano de Bill Shankly, está fraguando la plantilla que dominaría durante una década el fútbol inglés e incluso el continental, con dos títulos de campeón de Europa y otro de la UEFA casi consecutivos. Acaba de llegar a Anfield un extremo bajito de 20 años llamado Kevin Keegan, y por ahí ya están el portero Ray Clemence, el centrocampista Steve Heighway o el gigantesco delantero galés John Toschack. Parece demasiado rival para un Mallorca de Segunda División y con una plantilla cortita.
Como cada verano el equipo presenta bastantes novedades. Una de ellas es la de un argentino llamado Chango Díaz, del que sólo se sabe que ha fichado procedente del Peñarol uruguayo de la mano de José Luis Saso. A Chango pocos le prestan atención cuando salta al campo para enfrentarse al Liverpool, pero no tarda demasiado en robarle protagonismo a Keegan, a Toshack o incluso a Chus Pereda, en aquella temporada jugador del Mallorca. Cuando el árbitro señala el final del partido el Liverpool ha encajado tres goles, y los tres los ha marcado ese argentino anónimo de generosa cabellero y aspecto de indígena americano. La grada, entusiasmada por lo que ha visto, le bautiza como “el Pelé blanco”. Ha nacido una estrella.
Pero por supuesto estamos hablando del Mallorca. Y nada en el Mallorca resulta sencillo. En 1971 la Federación no admite jugadores extranjeros en Segunda División, y la única solución es buscarle a Chango antepasados españoles para que cuele como oriundo. El presidente del club, el Barón de Vidal, especialista en líneas genealógicas desde el momento en el que él mismo había comprado el título nobiliario del que presumía, le encuentra al Pelé blanco un “desconocido” abuelo catalán. Sin embargo la Federación, harta de patrañas similares y puesta en evidencia por los medios de comunicación nacionales al descubrirse engaño tras engaño (un jugador argentino llega a decir cuando aterriza en España y le preguntan qué dónde habían nacido sus antepasados, que “en Celta”), le da al Mallorca con la puerta en las narices. Solución, que Chango se vuelva al Peñarol hasta que se solucionan sus papeles.
“Serán sólo un par de semanas”, le prometen a Chango mientras le embarcan en un avión de Iberia con destino Montevideo, previa escala en Madrid. Sin embargo las semanas se transforman en meses, y mientras el equipo anda dando tumbos en la clasificación, la afición se pregunta desesperada dónde está “el Pelé blanco”. Al final sería necesario esperar un año, hasta el 30 de julio de 1972, fecha en la que, por fin, Chango Díaz es presentado oficialmente como nuevo jugador del Mallorca, 12 meses después de su hat trick al Liverpool.
Nacido en la ciudad argentina de Santiago del Estero en 1942, Chango se encuentra un Mallorca en plena descomposición que no remonta pese a la calidad que demuestran en el campo jugadores como Bartolí, Doval, Cáceres, Eloy, Platas o Sabaté. Pero no es suficiente, porque el club está sumido en una crisis económica tan grave que pocos años después se vería obligado a subastar los derechos de toda su plantilla. En el verano de 1974, antes del Mundial de Alemania, Chango acepta la oferta que le traslada el Poblense. Desde ese momento Sa Pobla sería su hogar, aunque con quien colgaría las botas sería con el Xilvar, ya con 40 años cumplidos.
Extremadamente querido por todos los que hemos tenido el placer de conocerlo, Chango forma parte de la historia del Mallorca y de la historia del fútbol balear. En sus momentos más tristes, a punto de decirnos adiós, se me vienen a la cabeza muchos momentos maravillosos. Se va a encontrar ahí arriba con Joan Parera, con Chus Pereda y con Moreno, Labruna y Pedernera, sus ídolos de juventud. Dios ayude a un grandísimo futbolista y a una mejor persona.
Tomeu Maura
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