Genio y figura aderezado con una sobredosis de polémica como resultado de un carácter irascible que se confunde con una pose agresiva pero, en el fondo, noble, humana.
Así ha sido y es Manolo Muñoz Caja, ‘Manolete’, cumplidos ya los 72 años tras dejar los banquillos definitivamente al término de la campaña pasada, en el Menorca.
Este manchego de Villanueva de San Carlos, colindante a Puertollano, ha estado en el epicentro del fútbol insular durante más de cuatro décadas, las que lleva en la Isla como un menorquín más. Hablar de Manolete es hacerlo de un personaje listo, singular, controvertido, capaz de generar adhesiones y rechazos por igual en función de ese pronto que le traiciona.
Íntegro, en todo caso, Manolete es el primero en admitir ese matiz trascendente de su personalidad hasta el punto que reconoce haber sido “como se dice aquí, un ‘malcriat’”. Tanta contrición en su corazón le lleva incluso a afirmar que “tengo muy mal carácter y todo me lo he estropeado yo; ahora, con 72 años, me doy cuenta que no podía ir por el mundo como iba yo”.
Pero más allá de esa forma de ser, detrás del Manolete lenguaraz y polémico, hubo un futbolista de los mejores que llegó a la Isla a finales de los 60, transformado posteriormente en entrenador de primer nivel, que si solo testó la Tercera División un par de meses, fue precisamente, por su temperamento en el banquillo. “Me he peleado con todos, aficionados, jugadores, árbitros… pero sólo una vez llegué a las manos”, recuerda con ojos vidriosos.
Su vinculación al fútbol le llegó por generación espontánea y despuntó rápido en Puertollano, en el Gema, su primer equipo en Preferente. Goyo, un primo suyo, jugador del Valencia, le llevó a hacer una prueba y el club ché lo desvió al Gandía donde comenzó a vivir del fútbol con un sueldo de 1.600 pesetas. Béjar Industrial, Tomelloso y Calvo Sotelo fueron sus otros destinos en Tercera División, logrando el ascenso a Segunda con éste último, con el servicio militar de por medio.
Centrocampista o lateral zurdo, técnico y ambidiestro, Manolete acabó en Barcelona dispuesto a buscar un trabajo al margen del fútbol, con 26 años, animado por un amigo. Pero una vez en la ciudad condal contactó con otro paisano que jugaba en el Europa y éste le llevó al despacho del colocador -como se llamaba entonces a los representantes- Obiols, quien le planteó fichar por la Unión Deportiva Mahón. “Me dijo que la Unión le había pedido un medio. Pregunté cuanto me iban a pagar, y me ofreció 90.000 pesetas en mano y 1.800 al mes, en 1967. Fui el jugador más caro que vino a la Unión. Cuando se lo dije a mi padre me preguntó si es que ya me iban a meter en el Penal de la Mola que era lo único que sabíamos de Menorca.
Diario de Menorca
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