Tomeu Maura
No cambiaría mi tierra por ninguna otra del mundo. Ya os he dicho muchas veces que por encima de todo me siento mallorquín, pero la verdad es que hay para darnos de comer aparte tanto para lo bueno como para lo malo.
Hacía décadas que la cantera balear no producía un jugador del talento de Marco Asensio. No sé si le va a bastar para jugar en el Real Madrid, pero tengo la absoluta seguridad de que va a ser durante la próxima década un futbolista muy importante. Esta semana lo ha vuelto a demostrar con la selección sub19. Ha marcado un gol en cada partido, incluyendo el conseguido hoy ante Portugal, y ha llevado al equipo nacional al Campeonato de Europa que se disputará en Grecia.
En las selecciones inferiores nadie discute el liderazgo de Marco Asensio. Sucede desde que era cadete. Es el mejor jugador del equipo, y todos lo asumen. El Real Madrid también piensa que es un futuro crack, y por eso pagó 3,9 millones de euros, el Barcelona peleó por él hasta el final y otros equipos también lo intentaron. En el mercado era una pieza golosa. Muy golosa.
El Marco Asensio doméstico, sin embargo, jamás ha tenido ese reconocimiento. Me he cansado de leer en la web comentarios en su contra. Algunos incluso han llegado a pronosticar su fracaso en el fútbol profesional sin tener en cuenta que hablamos de un niño de 19 años recién cumplidos que está todavía por hacer, que ha demostrado una categoría de fuera de serie y que, y eso es lo más importante, tiene una cabecita perfectamente amueblada. Pero nada de eso ha sido suficiente para ganarse el favor de la afición mallorquina. Sinceramente, me pregunto por qué. Yo no tengo ninguna duda de que Marco Asensio será uno de los jugadores más importantes de la Liga española.
Su caso me recuerda en la distancia al de Paquete Higuera. Seguramente los que sois de mi quinta me entenderéis. Paquete debutó en el Mallorca con 17 años. Se fue en 1988 al Zaragoza con 23 y allí no sólo fue un ídolo, sino que llegó con todo el merecimiento a la selección nacional. Aquí, en cambio, se le negaba el pan y la sal y era muy frecuente oír al estadio Lluís Sitjar silbándole en pleno. Y sí, es cierto que con Marco Asensio no hemos llegado a esos extremos, pero seguramente por una simple cuestión de tiempo.
Jamás ha entendido por qué tenemos tanta facilidad para levantar ídolos con pies de barro y en cambio luego somos tan exigentes con los nuestros. Supongo que debe ser algo intrínseco a nuestra personalidad. Como he dicho al principio, no cambio sa roqueta por ningún otro lugar en el mundo pero, y permitidme que lo diga desde mis “siete apellidos mallorquines” -que los tengo- que somos muy, pero que muy raros.
Futboldesdemallorca.com
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