Alineaciones:
España: De Gea; Juanfran, Piqué, Sergio Ramos, Jordi Alba (Azpilicueta, m. 80); Cesc (Koke, m. 70), Sergio Busquets, Iniesta; Silva (Bruno, m. 64), Morata y Nolito.
Turquía: Babacan; Gonul, Topal, Balta, Erkin; Calhanoglu (Nuri Sahin, m. 46), Ozan Tufan, Inan (Yunus Malli, m. 70), Ozyakup (Sahan, m. 62), Arda Turan; y Burak Yilmaz.
Goles: 1-0, m. 34: Morata cabecea un centro de Nolito. 2-0, m. 37: Nolito recoge un mal rechace de Mehmet Topal y bate a Babacan. 3-0, m. 48: Morata culmina una asistencia de Jordi Alba, tras un pase al desmarque de Iniesta.
Árbitro: Mirolad Mazic asistido en las bandas por Milovan Ristic y Dalibor Djurdjevic (Serbia).
Tarjetas: Amonestó al español Sergio Ramos (m. 1) y a los turcos Burak Yilmaz (m. 9) y Ozan Tufan (m. 40).
Incidencias: partido correspondiente a la segunda jornada del grupo D de la Eurocopa de Francia 2016, disputado en el estadio Allianz Riviera de Niza ante 33.409 espectadores.
Comentario:
En el soberbio (“c´est magnifique”, que diría un francés) Stade de Nice (Niza para nosotros), durante hora y media de una espléndida tarde noche; en el Stade de Niza, para júbilo de ocho mil aficionados españoles que acompañaron a Su equipo, Su equipo, superados en número por los seguidores turcos, España avanzó espléndidamente, con frecuentes lecciones de gran juego, abrumador desde que se puso en ventaja en el marcador, en sus deseos de finalizar primera de grupo, lo que, en teoría evitaría sustos de mayor alcance en octavos de final, vayan ustedes a saber, sin embargo.
Consciente del gravísimo traspié croata, el gran enemigo anunciado de esta fase, incapaz de sostener (2-2) una ventaja de un par de goles ante la República Checa, que parecía inaccesible, ¿quién dijo que eran mancos…o pocos menos?, el vigente campeón de Europa goleó y barrió a Turquía, cumplió con todas las expectativas, lució largos momentos deslumbrantes y, para mayor abundamiento, frente a un adversario nada encogido en la primera media hora de juego, veloz, aunque romo, con las ambiciones comprensibles en quien o ganaba o, de hecho, se despedía de la Eurocopa 16; un enemigo más brioso que otra cosa, es verdad, pero con la proa hecha añicos en cuanto Morata abrió la primera de sus vías de agua.
A los diez minutos, y pese al desasosiego que Turquía trataba de imponer con un ritmo muy vivo, España ya almacenaba tres oportunidades más o menos claras: un lejano remate de Morata que obligó a una buena intervención de Babacan, el guardameta turco, quizás su única lucida; un desvío hacia propia puerta de Balta, que no batió a su compañero por dos palmos, y un amago de Piqué, remedando el cabezazo del gol a la República Checa. Más encrespado el partido de lo que podía suponerse, Turquía buscó por la banda de Arda, es decir, la de su excompañero Juanfran, la manera de hacer el mayor daño posible. No lograron gran cosa los turcos, pero si descolocar a España en lo que es lo más suyo, tener el balón, tiempo para pensar qué hacer con él y, de esa forma, quebrar su orden. Hasta Iniesta y Silva se sumieron en ese danzar nervioso que tan poco les va a los dos.
Todos sabemos de la previsibilidad del juego de España, previsibilidad que no debe ser tanta como se dice pues nos ha tenido en lo más alto durante años y aun ahora, y que es conocida por los equipos a los que se enfrenta la selección. Jugamos como jugamos porque los futbolistas que tenemos son exactamente como son. Fatih Terim, que es otro que sabe tela de esto, impuso un ritmo muy intenso con el que apagar a Iniesta y Silva, pero no pudo hacerlo con Busquets, erigido en la piedra angular de España. En torno a Sergio, del que un día dijo Vicente del Bosque que le hubiera gustado parecerse a él, del enorme Piqué y del poliédrico Alba, España sostuvo los apretones turcos e inició sus ataques. Sostuvo aquéllos y empezó a generar de éstos hasta que, de pronto golpeó con una contundencia de la que no sabíamos hace tiempo, loada sea; una rotundidad ofensiva que nos supo a gloria y que se saldó con dos goles en poco menos de tres minutos.
En un visto y no visto, rompiendo todos los esquemas turcos hasta entonces muy sostenidos, España desarboló a la armada elevada en torno a Turam, finalmente abroncado de forma inclemente por los suyos cada vez que tocaba el balón. Fueron dos precisos y preciosos directos a su mandíbula, dignos de Mohamed Alí: el primero de Morata, que de cabeza, escapándose del central, remachó de forma espléndida un gran centro de Nolito, tras internada velocísima de Jordi Alba. Era el minuto 34. Tres más tarde, España, aprovechándose del desconcierto turco, enhebró el segundo de ellos: Cesc adelantó un balón por alto que cabeceó mal Mehmet Topal y no solo mal, sino hacia donde jamás debe un defensa enviar el esférico, hacia el centro de su área. Fue más un accidente que una intención, claro, pero, a su vez, un tremendo error porque por esos lugares, por si no lo sabía el zaguero, suele andar un gaditano especialmente pícaro, Nolito, de cuyas botas había salido el centro que cabeceó Morata en la primera diana española. Nolito no hizo otra cosa que lo habitual en él, estar en el lugar debido en el momento preciso. Golpeó mal el balón, incluso, es cierto, con el tobillo, pero lo suficientemente bien como para dejar como una estatua a Babacan.
De Iniesta se tenían noticias relativas hasta entonces, pero más de las que tienen otros, mejor me callo. Había aparecido en algún pase del primer tiempo, le habían dado un tantarantán del que se dolió y parecía estar jugando a medio gas. O será que es así, que parece que no está y está. A los 48’, Jordi Alba, uno de los grandes de la noche, que ya había formado parte del origen del primer tanto de Álvaro Morata, entró por su banda, cedió el balón a Andrés, que hizo lo que debe hacerse y muy pocos hacen: levantó la cabeza y volvió a pasar el balón a Jordi, rozando situación de fuera de juego. El lateral prosiguió la acción tan bien como la había comenzado: adelantó el cuero a Morata, que volvió a marcar.
La victoria tiene un gran valor. Por cómo se logró, sobre todo, y, repito, no fue fácil al principio, y porque estos resultados ofrecen frutos balsámicos de cara a los grandes desafíos que esperan. España llega al cierre de esta fase de forma impecable, goleadora e invicta, con una enorme jerarquía, y sabiendo, además, que un empate ante la atribulada Croacia de hoy puede darle el liderato final del grupo. Todo hace suponer que, desde ahí, los cruces serán más cómodos.
Fotos de Carmelo Rubio.
Sefutbol.com
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