El Formentera ha sacado lo mejor de sí mismo para empatar a uno en el partido de ida de la eliminatoria de dieciseisavos de final de la Copa del Rey jugado en Sant Francesc Xavier ante un Athletic Club venido a menos.
Los vascos no han sabido aprovechar en la primera parte las ocasiones de las que han gozado, al igual que los de casa, que se han marcado un partido de altura, de los que hacen afición y club.
Se marcha el Bilbao de la isla con un resultado que no ayuda a calmar las aguas revueltas en las que nada ultimamente y que, además, ahonda en la crisis que arrastra el conjunto de Cuco Ziganda, muy discutido en las últimas semanas.
El equipo formenterense, por su parte, agranda con el partido de esta noche su leyenda en la Copa del Rey y abre la posibilidad de hacer saltar una sorpresa mayúscula en la eliminatoria. Todo hace presagiar, sin embargo, que el de vuelta no será un encuentro tan plácido y controlado para los jugadores de Tito García Sanjuán. Sobre todo por lo mucho que se juega su rival y la deshonra que supondría quedar excluido de la competición en su estadio, ante su gente y por un Segunda B.
Como en el fútbol no hay nada escrito y muchas veces este deporte no entiende de lógica, la afición del Formentera podrá soñar al menos hasta el 29 de noviembre con que su equipo consiga algo grande, muy grande, en esta competición e irrumpa por la puerta grande en los anales de la historia de la Copa del Rey. No sería el primer modesto que lo logra ni seguramente el último, pero sí el club procedente de una localidad tan minúscula en el mapa como la suya que deja en la cuneta a un Primera División.
Como no podía ser de otra manera, el Athletic Club tuvo el dominio del partido durante muchos minutos y gozó de buenas ocasiones de gol. La falta de puntería, el trabajo defensivo del rival y la actuación del guardameta rival, no obstante, le impidieron llevarse el triunfo.
Ni Aketxe en el minuto 15 ni Sola en el 19 ni Beñat más tarde supieron resolver con acierto las mejores acciones de ataque del Athletic en los primeros 45 minutos.
Después le tocó el turno al Formentera. La oportunidad más clara la tuvo Omar cuando corría el minuto 34, pero el balón no llegó a la red dada la gran intervención del meta vasco Arrizabalaga. También José Antonio y Dailos pudieron desestabilizar la balanza, pero el cuero, caprichoso, no llegó a cruzar la línea que separa la gloria del fracaso en los minutos 28 y 40.
El Bilbao quiso la pelota desde el principio y la tuvo a partir de que se asentó sobre el terreno de juego y se sacudió el ímpetu inicial de los locales. Los de casa esperaban atrás pero trataban de jugar el cuero por bajo cuando lo recuperaban.
Al primer atisbo de presión, eso sí, centraban en largo para evitar pérdidas en zonas comprometidas. No le costaba, por tanto, al equipo vasco volver a tomar el mando en las operaciones ante un Formentera que se replegaba con orden y mantenía con firmeza la defensa de su marco.
Fue ahí donde el conjunto vasco dejó entrever algunos de los problemas que le están lastrando en la Liga y que en la Copa, y ante un rival dos categorías inferior, tampoco ha sabido resolver. Le cuesta filtrar balones que dejen en ventaja a los hombres de arriba y muchas de sus llegadas acaban en nada, se pierden antes de tiempo.
En parte por eso sobrevivió el Formentera al partido, además de por el temple y la paciencia exhibida durante muchos minutos en los que no varió un ápice su actitud y capacidad de sufrimiento y entrega. La firmeza y fe ciega en que lo que estaba haciendo era lo correcto le mantuvo en pie a pesar de los balanceos a los que le sometió su enemigo, que en la segunda parte fue a más.
De todas formas, fueron los formenterenses quienes pegaron primero tras la reanudación. Liñán puso por delante a los suyos en el minuto 59 y la grada estalló con un grito de júbilo. Poco dura la alegría en casa del pobre y Raul García, que acababa de ingresar en el partido, puso el empate en el marcador solo cuatro minutos después.
Las prisas del Athletic por adelantarse en el marcador tras los dos goles no le ayudaron a conseguir su objetivo. Aunque trató de poner cerco sobre la portería defendida por Marcos Contreras, a cada minuto que pasaba y no llegaba el tanto aumentaba su ansiedad para acabar presa de un ataque de nervios que le nubló la vista y acabó alejándolo de lo que había venido a hacer, ganar sin contemplaciones.
Al final, empate a uno que satisface por completo a la parroquia local y que produce el efecto contrario en las filas del Athletic, que acumula una nueva preocupación tras un irregular partido que le obliga a comparecer en su estadio bajo la lupa de una afición descontenta con el juego desplegado hasta la fecha.
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