Manuel García Gargallo
Pioneras. La importante implicación de la mujer en el deporte mallorquín vivió hace 40 años uno de sus capítulos más determinantes, cuando desde la isla se logró que la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) aceptase la organización de competiciones oficiales en la Comunitat
Mallorca fue una de los primeros territorios en los que surgió una tímida estructura de fútbol femenino en los inicios de su práctica, a principios de los años 80, cuando la RFEF aceptó oficialmente su práctica oficial.
Aparte de Madrid y Cataluña, territorios en los que estaba más enraizado y afloró más rápidamente, Mallorca se incorporó con prontitud y se planificó un campeonato para la temporada 1980-81, aunque se canceló. No así la temporada siguiente, la 1981-82, que se disputó con seis equipos: Atlético Vivero, CIDE, Consell, Esporles, Génova y Santa María Atlètic. Se impuso el CIDE, que aquellos años se reveló como el conjunto de mayor potencial, seguido por Santa María Atlètic y Génova como principales rivales.
El resto de equipos fueron más bien comparsas, de breve recorrido o escaso potencial, como los mencionados Consell y Esporles, pero también el Son Sardina, Rubinis de Binissalem, Son Forteza, Costa de Calviá o el equipo colegial Sagrats Cors de Soller.
El dominio del CIDE aquellos años fue total. El bloque de jugadoras del centro escolar se mantuvo firme, incluso después cuando se convirtieron sucesivamente en sección del Atlètic Balears (1984-85) y SD Joventut Bunyola (1985-88), manteniendo un dominio casi absoluto hasta su desaparición en 1988. Entonces la Selección española femenina jugaba sus primeros partidos oficiales y llegó a tener varias jugadoras mallorquinas en la selección; el honor de ser la primera le correspondió a Francisca Orell, del Atlètic Balears, en 1985. Incluso la selección llegó a disputar un partido contra Italia ese año en el Estadi Balear con el concurso de dos mallorquinas: María Cruz Muñoz (Santa Maria) y Maria Mestre (Joventut Bunyola). Se perdió (2–3), pero dignamente.
En la temporada 1988-89 se produjo un hecho ilusionante, pero que fue nefasto para el incipiente fútbol femenino insular: la creación de la Liga española, entonces llamada Superliga. El campeón regional, el Santa María Atlètic, fue invitado a participar y aceptó, así que la competición nacional contó con un equipo mallorquín entre sus diez fundadores, veinte años antes de que la actual UD Collerense lograra ascender. Pero el apoyo federativo era tan débil que se tuvo que escoger entre financiar el equipo de Superliga o la Liga regional: no había dinero para todas. Se optó por lo primero y la Liga regional no se celebró (de todos modos los directivos del equipo santamarier tuvieron que poner dinero de su bolsillo para cuadrar las cuentas). La apuesta de poco sirvió, ya que para la siguiente temporada el Santa María Atlètic renunció a la Superliga porque los recursos seguían siendo insuficientes. Las consecuencias a nivel local fueron devastadoras, pues la débil competición local no pudo rehacerse: los clubes se habían deshecho y el incipiente fútbol femenino desapareció. Había que empezar de cero.
Durante esos años el seguimiento de los medios escritos era casi nulo y hasta sonrojante. Ni siquiera las ediciones de la Copa de la Reina (¡con participaciones hasta cuartos de final!) o la primera temporada de Superliga obtuvieron apenas eco en los medios. Incluso las categorías del fútbol base gozaban de un seguimiento mucho mayor, mientras de las féminas era casi imposible encontrar sino informaciones aisladas, con comentarios socarrones, (presuntamente) pícaros y hasta vulgares.
No fue hasta seis años más tarde, en 1996, que se rehizo el campeonato regional femenino que –esta vez sí– fue desplegándose y creciendo gradualmente hasta llegar a nuestros días. En esta nueva etapa surgieron algunos de los equipos que hoy mantienen el liderazgo entre las féminas: UD Collerense (1999) y AD Son Sardina (2006); otros, como el Platges de Calvià o el Sporting Ciutat de Palma, vivieron momentos de esplendor, pero desaparecieron? mientras sus homólogos masculinos superaban las dificultades y pudieron subsistir. En todo momento ha destacado el pobre papel de los principales clubes mallorquines durante estos años, con más recursos, afición e infraestructura, pero mucha menos sensibilidad y visión de futuro. Baste con recordar los efímeros equipos de la UD Poblense, Atlètic Balears o CE Manacor, que a las primeras de cambio fueron desmantelados, o el equipo que el RCD Mallorca mantuvo durante cinco temporadas (2008-13) como mero ente decorativo y sin crear ninguna estructura deportiva de base para el futuro. El pretexto más habitual siempre ha sido la falta de campos de juego y entreno, los cuales siempre acaban apareciendo si se trata de un equipo masculino.
Vivimos una etapa esperanzadora, pero que ha relegado al olvido el papel de aquellas pioneras de los años 80 que, hace casi 40 años, abrieron un camino en tiempos duros y difíciles por la falta de recursos, estrecheces económicas, incomprensiones, prejuicios sociales y otros comportamientos chusqueros que, en parte, aún perduran hoy. Para la temporada 2018-19 se ha anunciado la creación del equipo del Atlètic Balears, 35 años después del primer equipo balearico femenino. Es esperanzador y tal vez un primer paso para que los grandes clubes locales valoren adecuadamente la parte femenina de su afición y las trate no solo como aficionadas, socias o abonadas, sino también como deportistas, tal como están haciendo los principales clubes de la liga española desde hace años.
Es hora de evolucionar.
Diario de Mallorca
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