Partir con el objetivo de salvar la temporada manteniendo la categoría un año más, y terminar en la zona tranquila, incluso con aspiraciones de acceder a la zona noble, no es algo que esté al alcance de muchos equipos. En Mallorca llevan unas cuantas temporadas acostumbrándose a sacar excelentes cosechas de verdaderos eriales. Es ya un clásico veraniego el desmantelamiento inmisericorde de la plantilla bermellona. Dani Güiza, Angelos Basinas, Jonás Gutiérrez, Ariel Ibagaza, Fernando Navarro o Borja Valero abandonaron la isla el pasado verano, dejando una nada despreciable cantidad en las maltrechas arcas baleares.
Pero el principal problema que amenazaba al club no venía desde el césped, sino de los despachos. Y era un problema bastante más intangible que el de la falta de calidad en la plantilla. Los problemas econçomicos del anterior presidente, Vicente Grande, y de su conglomerado empresarial se hicieron notar en la entidad de Son Bibiloni. Los rumores sobre posibles ventas a heterogéneos compradores surgidos no se sabe muy bien de dónde protagonizaron la actualidad del club durante el inicio de la presente campaña.
Y cuando todo parecía, esta vez sí, abocado a una dramática despedida de la Primera División, se produjo el milagro. Mateu Alemany, el hombre bajo cuyo mandato el Mallorca ha cosechado los mayores éxitos de su historia, recogió al equipo, inmerso en un lamentable pozo futbolístico y en una situación institucional delicadísima, para reflotar la nave y devolver la tranquilidad a Son Moix.
Alemany, un hombre pausado, templado, con educación y formación, supo entender lo que requería la situación del club de sus amores: tranquilidad institucional en todos los ámbitos y, sobre todo, una esperanza de futuro más allá de posibles ventas a multimillonarios saudíes o fontaneros ingleses. Ha acabado, con su buena mano en la dirección, con una etapa ciertamente convulsa y agitada.
Con él en la Presidencia (auspiciado, eso sí, bajo la eterna supervisión de los administradores concursales del Grupo DRAC), el Mallorca ha firmado una segunda vuelta magistral, algo que parecía impensable tras la marcha del equipo en los primeros meses de temporada. Un año más, ha evitado problemas de última hora con la permanencia en Primera, ha visto como su techo se situaba un punto por encima de lo inicialmente previsto, revalorizando, otro poco más, la dirección técnica de Gregorio Manzano.
Alemany no sólo ha sabido capear la situación deportiva con maestría. Ha lidiado con inteligencia el espinoso asunto Nando Pons y las filtraciones sobre el cobro por parte de éste de hasta 600.000 euros en la temporada pasada, herencia directa de la era Grande.
Su último gran favor al club pasa por asegurar el futuro bermellón. El abogado mallorquín ha repetido en numerosas ocasiones que su interés es que el Mallorca quede en propiedad de varios socios, preferiblemente mallorquines y que él no tiene capacidad económica suficiente para hacer frente a la compra del club. Nadie sabe si será la manera de garantizar un futuro saneado del club, pero, partiendo de Alemany, la iniciativa goza de cierta credibilidad.
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