Si todo va bien, mañana la FIFA concederá conjuntamente a España y a Portugal la organización del Mundial de fútbol 2018. El mayor acontecimiento deportivo que se puede ver en todo el planeta, mediáticamente por encima incluso de las Olimpiadas, y que transformará de modo positivo a todas las ciudades agraciadas con una sede. Sede a la que no podrá aspirar Mallorca porque los “genios” que nos gobiernan decidieron que no era interesante. Fue una decisión de UM, que era a quien correspondía la gestión de Deportes en aquel momento, pero con la complicidad del Govern Balear, que no movió ni un solo dedo.
Miquel Bestard, presidente de la Federación Balear, explicaba este mediodía en la Cope que “fue una de las mayores frustraciones de mi vida. Intenté una y otra vez explicarles lo importante que era para Mallorca, pero no les interesó en absoluto. Prácticamente lo despreciaron”. En la misma entrevista Bestard ha revelado que “cuando definitivamente dijeron que no me llamó Mateu Alemany y me dijo que un Ayuntamiento de la isla que no era Palma estaba dispuesto a pugnar por la sede, pero ya fue demasiado tarde”.
Me parece uno de los actos de mayor inconsciencia de la historia política de esta Comunidad. El Mundial hubiera permitido remodelar por completo Son Moix, convirtiéndolo en un estadio de fútbol, y además hubiera dinamizado turísticamente a la isla, porque me parece evidente que Mallorca era la sede perfecta para Alemania, lo que hubiera garantizado tres partidos de la primera fase, unos octavos de final y unos cuartos. Ahora se ha perdido para siempre.
Técnicamente el responsable de que Mallorca no optara a ser subsede del Mundial fue Unió Mallorquina. Del partido de MAM dependía el deporte balear cuando en enero de 2009 se tomó la decisión. En concreto quien lo hizo fue Baldomero Oliver, entonces concejal de deportes del IME. Dos años después sigue pensando que hizo lo correcto, y su razonamiento es que “si no somos capaces de llenar un estadio de 22.000, ¿cómo vamos a construir otro de 45.000?” Eso sí, se queja de que “prácticamente no me dieron tiempo ni a pensarlo. Mateu Cañellas me puso delante una carpeta y me dijo que en 24 horas tenía que tomar una decisión”.
Dicho esto, y asumiendo cada uno su cuota de responsabilidad, el Govern Balear de Francesc Antich también tiene una gran parte de culpa por omisión. Se supone que el president debe tener asesores lo suficientemente informados como para advertirle de la burrada que se iba a cometer. Pero Antich giró la vista a otro lado y no hizo nada. Absolutamente nada.
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