A los 16 minutos ya habían llegado tres goles magníficos de Torres; Fábregas y Villa sellaron la goleada.
La selección se impuso de forma rotunda y ya lleva 33 partidos invicta. Se clasificará para semifinales si derrota a Iraq.
El imponente peso de la lógica ésa que, a veces, nos negamos a admitir por razones de respeto al enemigo y, sobre todo, miedo a equivocarnos, se ha impuesto esta noche en Rudstenburg con toda rotundidad, sin sombra de duda, en el primer partido de España en una Copa Confederaciones. Lo hizo para júbilo de unos puñados de seguidores de la «roja», que, sorprendentemente, aparecieron por el estadio y para alegría generalizada de unos miles de aficionados sudafricanos, volcados desde el comienzo del partido con los españoles. Su superioridad fue apabullante y reflejó la diferencia abismal que hay entre el fútbol del campeón de Europa y el de Oceanía. A los 16 minutos de partido, España ya ganaba por 3-0, todos los goles del «Niño» Fernando Torres, al que el público ovacionó largamente desde que saltó al campo.
Hay ciertas cosas que el fútbol aún no ha podido equilibrar. No muchas, es cierto, porque ya se juega, y bien, en casi todas partes, pero con evidentes excepciones todavía. A Nueva Zelanda le queda un largo recorrido para estar a un nivel de competencia prometedor y un mundo para situarse en los de la «roja» actual. Las consecuencias de esa distancia fueron devastadoras para los «kiwis», que encajaron, casi sin enterarse, tres goles en el primer cuarto de partido, obra todos ellos de un imponente Fernando Torres. El «Niño» dio todo una lección de magisterio rematador: el primero, colocando suavemente, después de girarse, el balón en la escuadra izquierda del atónito Moss; el segundo, aprovechando una magnífica cesión de Villa para tocar adelantándose a un defensa; el tercero, cabeceando de forma mortífera un largo centro de Riera. A los 16′, pues, todo estaba resuelto y la modestia de Nueva Zelanda no resta un ápice la sobresaliente actuación del «Niño», al que el público dedicó cánticos y danzas. Ocho Minutos más tarde, Fábregas culminó una de las muchas triangulaciones por la izquierda para hacer el cuarto.
Naturalmente, el marcador no sólo mitigó los efectos del temor a sufrir un tropiezo, lo que habría supuesto una descomunal sorpresa, sino que permitió que España guardara fuerzas para el próximo partido, ante la humilde Iraq. La «roja» se permitió contemplar el partido con la calma que requería la situación y eso llevó a los «all whites» neozelandeses a buscar las cosquillas a la defensa española, más por el lado de Sergio Ramos que por el de Capdevila. Las dos cosas eran lógicas. Nueva Zelanda llegó a endurecer un poco más su juego y su entrenador sacó a calentar incluso a su portero suplente, pero España no sufrió ningún apuro digno de mención en los balones largos y altos al estilo inglés que prodigó un buen rato su rival. A los 40 minutos, Ramos remató un balón que esperaba Torres para remacharlo entre el desencanto de los aficionados que tenían al «Niño» como su hombre del partido y a los 45, Casillas, que no está nunca por la labor de facilitar la tarea del adversario, desvió de forma magnífica el saque de una falta ejecutada por Elliot. Fue la única vez en que se le exigió algo.
Entre las muchas virtudes que tiene esta selección española, la mejor, ya, por sus resultados, hay dos a destacar: el espíritu homogéneo de un colectivo que celebra cada uno de sus goles ante cualquier adversario como si fuera el del triunfo en la final de un Mundial y su ambición depredadora. El pasado martes la sufrió Azerbaiyán, en Bakú, 0-6, no lo olvidemos, en un encuentro oficial, pero de simple rodaje y esta noche Nueva Zelanda, inerme ante la enorme superioridad de los españoles. Para colmo de males de los «all whites», a las habilidades de la «roja» hubo que añadir la endeblez de su adversario. A los 47 minutos, Torres inició, siguió y finalizó una gran jugada individual por banda izquierda con un pase fácil para que lo despejara Brockie, pero éste, en lugar de dar al balón, pegó una patada al aire. El cuero llegó a Villa y éste hizo todo lo contrario que el central: la enchufó sin dudarlo.
La manifiesta inferioridad de Nueva Zelanda no puede esconder los efectos demoledores que tiene el fútbol de esta «roja» y que mantiene sean cuales sean las circunstancias. Aunque esta noche, en Rustenburg, no ha sido obligada a esfuerzos mayores para golear su fútbol se mostró como el que conocemos y a ratos en todo su esplendor. Y ése es un argumento de primer orden cuando se busca no con estar entre los mejores, sino seguir siendo el número 1, lo que es desde el 29 de junio de 2008 y ya con 33 partidos invicta a sus espaldas. Ganando a Iraq en el próximo partido, España estará metida en semifinales. Y ahí la prueba será de otra índole: quizás Brasil, quizás Italia… Otro mundo.
Ficha técnica
Estadio: Royal Bafokeng (Rustenburg). Ocho mil espectadores, entre los que se encontraban unas cuantas decenas de seguidores españoles, que hicieron ostentación de ello. El público local aplaudió la alineación de la «roja» y, en especial, el nombre de Fernando Torres.
Resultado: Nueva Zelanda, 0; España, 5 (Torres, tres, Fábregas y Villa).
Goles:
0-1 ( 6′).- Ataque español que inicia Villa, prosigue Fábregas y finaliza Torres, quien tras girarse marca con un suave toque con efecto al ángulo izquierdo de Moss. Un gran gol.
0-2. (14′). Riera penetra por la izquierda, cede a Villa, que se deshace de su marcador y centra para que Torres empalme suavemente lejos del alcance del portero neozelandés.
0-3 (16′).- Largo y preciso centro de Riera que cabecea impecablemente Torres.
0-4 (24′).- Riera enlaza con Capdevila, penetra éste y cede a Fábregas, que marca con la izquierda.
0-5 (47 ‘). Excelente acción individual de Torres por banda izquierda, que finaliza con centro y error clamoroso de Brockie que aprovecha Villa.
España: Casillas; Ramos (Arbeloa, 53′), Albiol, Puyol, Capdevila; Xabi Alonso; Fábregas, Xavi (Cazorla, 53′), Riera; Torres (Silva, 70′) y Villa.
Nueva Zelanda: Moss; Mulligan, Vicelich, Boyens, Lochhead; Brockie (Christie, 26′), Brown, Elliot, Bertos; Killen (Bright, 85 ‘) y Schmeltz (James, 75′).
Árbitro.- Coffi Codjia (Benin).
RFEF
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