Todavía hay gente que recrimina a Gregorio Manzano por la temporada 03/04. Aquella campaña el técnico jiennense aceptó el reto de tomar las riendas del Atlético de Madrid, recién ascendido. Las armas que le dieron para batirse eran vulgares, ésa es la realidad. Y pese a eso los colchoneros lucharon por jugar en Europa casi hasta el final. Matías Lequi, Musampa, Simeone en su etapa más gris, Gaspar, De los Santos, Sergi, Nano o Nikolaidis eran algunos de los hombres con los que desde el Vicente Calderón pretendían pelear por llegar a la Champions… Una auténtica quimera que ni siquiera el prometedor Fernando Torres y el talento de Ariel Ibagaza pudieron lograr.
Ni mucho menos Manzano fue el culpable de aquel regreso frustrado a Primera y el tiempo le ha dado la razón, pese a su desafortunado paso por el Málaga, reafirmando su valía como técnico en el lugar donde más éxitos importantes ha logrado: Mallorca. Cuando llegó en febrero de 2006 para sustituir a Cúper, pocos apostaban por la salvación de los bermellones, pero Gregorio resultó ser revulsivo. Al siguiente año lo salvó con garantías, en la 07/08 incluso amagó con pelear por la UEFA y en la anterior campaña, pese a que se llevaron a la mayoría de las estrellas, el equipo volvió a lograr la salvación, aunque en enero muchos lo daban por descendido.
Este año el Mallorca, que ayer cayó dignamente en el Sánchez Pizjuán, tiene toda la pinta de aguantar el tipo. Como en ocasiones anteriores, toca reinventarse, después de la marcha este verano de Jurado, Cléber Santana y Arango, tres piezas fundamentales en el anterior ejercicio. Con fichajes humildes, Manzano de nuevo tiene una patata caliente en sus manos y por lo pronto la cosa no pinta mal.
Los buenos técnicos no necesariamente son los que ganan títulos. Hay entrenadores muy buenos que ganan todo, pero también hay otros normalitos que por dirigir equipazos se pueden llevar una Liga. Manzano nunca ha tenido la suerte de dirigir a un grande, pero allá dónde ha estado siempre ha cumplido. Su sello es indeleble, pese al cambio de fichas, a peor, obviamente. Apuesta por un 4-4-1-1, pero sus hombres por bandas no son los clásicos extremos, sino jugadores menos explosivos pero sí más versátiles, que aportan mayor presencia en el centro del campo, su gran objetivo, faceta en la que colabora el atacante que está por detrás del delantero centro. La idea de Manzano es disponer muchos jugadores en la divisoria, con las dos primeras líneas bien adelantadas, pese a jugar fuera, aunque en ocasiones como las de ayer ante un potentísimo imposible se haga imposible contener al rival tan arriba.
Los argumentos bermellones son realmente ordinarios. Este podría ser un once tipo: Auoate; Josemi, Nunes, Ramis, Ayoze; Varela, Mario (mucho ojo con este jugador), Martí, Tuni; Víctor y Adúriz. No hay estrellas, como ve el léctor, pero sí una digna y elogiable sensación de equipo en todos los encuentros que ha jugado. El Mallorca lo va a pasar mal, porque lo cierto es que cada año le van despojando de sus mejores bazas, pero transmite buenas sensaciones, gracias a la identidad de conjunto que le imprime su técnico.
Comenta esta noticia
Los comentarios están desactivados temporalmente. En breve estarán disponibles de nuevo.