En el panorama del fútbol juvenil nacional está de moda, en algunos equipos que supuestamente tienen cierto “poder adquisitivo”, solicitar el cambio de designaciones arbitrales y demandar árbitros de otros comités nacionales con el consiguiente coste económico. En el ámbito territorial del Comité Balear de Árbitros lo han hecho equipos como el RCD Espanyol y el Damm, ya que, al parecer, no se fían de la neutralidad de algunos de los colegiados baleares. Lo triste es que esta práctica se da en todas las CCAA y en muchas categorías (no solo en el fútbol juvenil) y por lo tanto está extendida a nivel nacional. Así las cosas, considero que la simple solicitud de “árbitros imparciales” es un verdadero insulto (entendido como cualquier acto u acción que ofende o provoca a alguien) a todo el colectivo arbitral nacional, por lo que debería estar totalmente prohibida por la normativa y estamentos federativos de la RFEF.

Se argumenta que los equipos quieren árbitros imparciales, es decir, que procedan con falta de designio anticipado o de prevención en favor o en contra de alguien o algo, y que juzguen o procedan con rectitud, así que estas solicitudes semanales de árbitros foráneos cuestionan, de forma categórica, la independencia de los árbitros de un determinado Comité o Delegación Territorial.

¿A qué se deben dichas solicitudes? Se me ocurren muchas preguntas en relación a lo que está pasando: ¿no será que algunos equipos, ajenos a los emparejamientos cuestionados, son los que hacen llegar sus sospechas infundadas de trato de favor a otros equipos para infundir un clima previo de conspiraciones tendenciosas?; ¿no será que existe una “conciencia colectiva” en el sentido de que los árbitros, en categoría nacional, siempre favorecen los intereses de los equipos del Comité o Delegación Territorial del equipo local? ; ¿no será que que se cree el ladrón que todos son de su misma condición?, ¿ no será que existe una extendida paranoia colectiva que cree que los árbitros, por naturaleza, no son honrados? …

En otro orden de cosas, cabe otra profunda reflexión sobre el hecho de cuestionar que un árbitro no pueda dirigir encuentros en los que participan equipos de su ciudad natal. Una vez más se vuelve a poner en tela de juicio la independencia, imparcialidad y honradez del colegiado de turno en particular y del colectivo arbitral en general.

Sería perverso pensar que un juez de jurisdicción ordinaria tomara según qué decisiones condicionado por su lugar de nacimiento. Considero que ambas prácticas (no dejar que un árbitro madrileño pueda dirigir al Madrid o que un árbitro catalán pueda dirigir al Barcelona, así como las numerosas solicitudes de “árbitros neutrales” de otros Comités para dirigir determinados encuentros) nada ayudan a dignificar la difícil labor del árbitro, y son prácticas que deberían estar totalmente prohibidas; de hecho, creo que todos los árbitros de España, si fuéramos corporativos y consecuentes con nuestra imparcialidad, deberíamos negarnos a aceptar designaciones de este tipo, ya que las mismas son un grave insulto al espíritu del arbitraje y a los conceptos básicos del Juego Limpio y de los principios básicos defendidos por la Asociación Deporte Sin Insultos (www.deportesininsultos.com) .

Por último pienso que nuestros dirigentes arbitrales y federativos deberían reflexionar sobre el contenido de este artículo de opinión y deberían arbitrar los mecanismos necesarios para erradicar una práctica habitual, permitida por ellos, que pone en duda y cuestiona desde la raíz los valores intrínsecos del arbitraje como referente ético y de comportamiento ejemplar que debería estar fuera de toda duda o sospecha de tratos de favor.

Ramón Mulet

(Árbitro de Fútbol del Comité Balear y socio fundador de la Asociación Deportes Sin Insultos)

Arbitrajebalear.com