C. Montes de Oca
Oculto bajo los escombros del primer equipo, Miquel Soler Sarasols (Girona, 1965) ha cerrado su etapa como entrenador del Mallorca B con un sabor agrio. Primero, por «no alcanzar los puntos necesarios» para la salvación. Y, después, porque el proyecto que le vendió el binomio Serra-Prats no «tuvo nada que ver» con la realidad. Esa desidia institucional por el filial ha acabado con el conjunto isleño en Tercera División y con Nanu poniendo rumbo a otro destino. «Me tendré que buscar la vida porque aquí ya he cerrado mi etapa», apunta Miquel Soler, que atiende a este periódico antes de iniciar sus vacaciones en su Girona natal.
—Descenso a Tercera y adiós al Mallorca. ¿No ha sido el mejor final posible a su etapa en el club?
—En absoluto. El descenso era lo último que queríamos, pero no lo pudimos impedir. No conseguí los puntos necesarios para la permanencia.
—¿El problema se puede localizar en la confección de la plantilla, en las necesidades que había y los jugadores que llegaron?
—Para mi, sí. Cuando analizamos los números, son irrebatibles. Un filial encaja goles con asiduidad, pero la diferencia está en la otra parte. En el ataque. El año pasado encajamos casi los mismos goles, pero marcamos 15 más. Debía ser una temporada más fácil que la anterior, pero si se hacían bien las cosas. Todo empezó a la hora de sustituir a los jugadores que se habían ido, que eran todos los de ataque (Ariday, Didac, Xisco…). El gol es fundamental y tienes que cubrirlo. No puedes coger a un juvenil y decirle que marque 10 goles. Aquí está el gran error de la planificación. Con un par de jugadores que hubiesen marcado 4 o 5 goles, nos hubiéramos salvado perfectamente y hubieran quitado responsabilidades a jugadores, como por ejemplo Abdón, que ha pasado de 13 goles a 7. Eso es añadir presión a jugadores tan jóvenes. No son futbolistas hechos y no pueden crecer en la adversidad, sino formarse en una dinámica positiva.
—¿Y usted expuso esos problemas, avisó de lo que se veía venir?
—Pues claro. Sabía lo que perdíamos con los jugadores que se habían ido. El primer año iniciamos la pretemporada con 20 jugadores. Este, éramos 14: ocho del filial y seis del juvenil. Había futbolistas con el primer equipo y el resto, ya vendrían.
—Pero no llegaron esos refuerzos…
—Como todo se hizo deprisa y corriendo, pues al final llegó lo que llegó. Aceptas a jugadores que no tienen nivel porque en caso contrario igual no viene nadie. ya avisé que tendríamos problemas si no sustituíamos a los jugadores de ataque que se habían ido. El equipo ha jugado, ha competido pero nos ha faltado acertar arriba. Y esto afecta a los jugadores, que cuando ven que quieren pero no pueden, se desaniman.
—Por lo que dice, parece que ha existido cierta dejadez de la entidad hacia el filial
—No sé qué pasó. Firmé muy ilusionado, con el objetivo de mejorar lo del año pasado, pero en seguida vi que el proyecto no era lo que habíamos hablado. Este año no tenía ningún incentivo por la permanencia y sí por acabar entre los cuatro primeros. Perfecto. Fui valiente y lo acepté. Pero, ¿dónde estaban los jugadores? Quería mejorar, pero resultó todo lo contrario…
—En vistas de que la plantilla era muy inferior a la del año anterior, de que no cumplían con lo que le habían prometido, ¿pensó en arrojar la toalla y presentar la dimisión?
—Pues sí. Unas semanas antes de empezar la Liga, les dije que el proyecto no era el que me habían vendido. Pero entonces me comentaron que tendría una buena plantilla, que al final llegarían los jugadores. Pero no fue así y empezamos sin las piezas más importantes. Una vez que iniciamos la Liga, ya me resigné a mi suerte. Pensé que en los últimos 5 días para cerrar el mercado de fichajes, el club ficharía a los dos jugadores de ataque que reclamaba. Que necesitábamos. Alguien que pudiera ayudar arriba a Abdón y otro que desequilibrara por banda. Pero quería realidades, no promesas.
—¿Es cierto que se escaparon jugadores por apenas unos euros de diferencias y que usted se ofreció a rebajarse el sueldo para que llegaran?
—Pues sí porque en algunos casos el margen era pequeño. Claro que llegué a ofrecer una parte de mi nómina porque el bien del equipo es mi bien, y el mal del equipo es mi mal. No me importaba pagar 400 euros con tal de que llegara ese futbolista que nos diera lo que queríamos. Porque era evidente que nos iba a faltar gol. Se habían ido realidades, jugadores hechos, y llegaron juveniles o de Tercera. La filosofía de esta campaña era apostar por la gente más joven, pero tendrán que tener más talento, ¿no?. A más juventud, más talento porque si no vas a tener problemas. El Villarreal B, por ejemplo, tenía jugadores de 19 años muy buenos. Pero aquí no. No obstante, a pesar de la desilusión, trabajamos duro para cambiar la situación. Hay jugadores que mejoraron futbolísticamente y que pueden ser válidos para el primer equipo caso de Company, Mateo, Capó, Nico, Alex, Abdón y también Yeray, que mejoró muchos aspectos técnicos con Miki Garro.
—¿Cómo fueron esas reuniones con Llorenç Serra Ferrer para diseñar la plantilla?
—Sólo tuvimos una. Estuvimos reunidos Toni Prats, Miguel Gandía, Llorenç y yo. Ahí fue cuando les expuse que la situación no tenía nada que ver con lo que habíamos hablado. Les dije que pensaba que iban a construir un filial igual o algo más potente que el año anterior. Que iban a traer a jugadores de 22 o 23 años, que quizás juega un año en el filial y para el siguiente ya está hecho para el primer equipo. No fue así.
—¿Cómo ha sido su relación con Toni Prats, el máximo responsable del fútbol base?
—Es el director deportivo del filial y como tal tiene una responsabilidad que no ha asumido. Yo creía que él iba a luchar, a pelear por tener un buen filial. Desde mi punto de vista, el director deportivo de fútbol base (Prats) debería ir a plantearle a Serra Ferrer los fichajes que se deben hacer en base al conocimiento de otras personas. Debería confiar en esa persona y a partir de ahí, responsabilizarse. Lo que no puede ser es que te falle la primera opción y después te quedes sin nada. No estoy hablando de Primera División. Hablo de Segunda B. Después llegó diciembre y fichamos un lateral y un pivote defensivo, pero no reforzamos el ataque. Me dijeron que solo había estas dos opciones.
—Durante la época de Joaquín Caparrós se quejó porque a veces no sabía con qué jugadores iba a contar para el partido
—Sí, pero es el destino de un filial. Lo que este año ha podido chocar es que jugadores de 17 o 18 años, alguno del juvenil B, llegara a entrenar o incluso jugar en Primera División. Para los chicos del filial era un poco chocante. En mi opinión, que un jugador pase del juvenil B al primer equipo sin desfilar por el B, es saltarse etapas de formación. Es la política de Caparrós, pero no creo que sea deseable… Lo que ocurre es que si tu tienes un modelo de juego y ellos apuestan por todo lo contrario, se producen choques. El primer equipo del Mallorca se mueve al vaivén que marca el entrenador que está.
—El ejemplo está en pasar de Laudrup a Caparrós de un día para otro…
—Por eso. No puedes tener una base que apueste por el fútbol directo porque sea la apuesta del entrenador del primer equipo. Lo normal es que desde el filial hacia abajo se juegue un fútbol combinativo, que cuides la posesión del balón y que tengas como principio ese. Ahí estaba el problema. Si tienes un jugador que se ha pasado toda la semana con el primer equipo y juega el partido con nosotros, que apostamos por todo lo contrario, pues pasa lo que ha pasado.
—¿Cómo era su relación con el técnico sevillano?
—Bien. No tuve ningún problema con él. Sabía lo que había y ya está. Es lo que he dicho antes, que Caparrós vende su marca. Tiene su seña de identidad y ya está. Donde va pues trabaja con cantera y promociona jugadores, que después llegarán o no. Pero es una marca. Y los clubes lo fichan por esa marca, que creo que se ha radicalizado desde que ha estado en el Mallorca.
—¿Qué tal fue el reencuentro con Gregorio Manzano?
—En su momento, como cualquier entrenador, tomó decisiones y ya está. El primer día que llegó fuimos a su despacho y nos saludamos. Los dos estábamos en una situación parecida y él ya no utilizó tanto a los jugadores.
—Toni Prats le comunicó que no iba a continuar. ¿No hubiera sido más lógico que hubiese sido Serra Ferrer?
—Quizás sí porque fue el que me fichó. Pero tampoco le doy más importancia. Además, aunque Toni no me hubiera dicho, nada, ya sabía que no iba a continuar. No era lo más adecuado.
—¿Se siente decepcionado con el máximo accionista?
—No, ya he dicho alguna vez que estoy agradecido a que me eligiera pero sí que pensé que se volcaría más en el filial. Que después del primer año tendría ganas de potenciar más al conjunto que se supone tiene que abastecer al primer equipo. Pensé que se volcaría, que se involucraría más, que buscaría fichajes, que daría el visto bueno a más operaciones para poder tener un bloque más fuerte. Que pudieras hacer uso de jugadores del filial con un coste muy bajo. Pensaba que esa era la idea, pero me equivoqué. Este segundo año ha habido mucho menos apoyo que el primero, cuando con un equipo hecho para Tercera, con apenas dos fichajes, competimos de manera brillante en Segunda B.
—Su nombre estuvo sobre la mesa para entrenar al primer equipo tras la marcha de Laudrup.
—Eso vi en los medios, pero realmente a mí no me dijeron nada. Entonces apenas llevaba dos meses como entrenador y podía sonar prematuro. Creo que ahora me considero mucho más capacitado que entonces.
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