David Menayo
Rosa María Herreros (Palma de Mallorca, 1992) no recuerda la primera vez que pegó una patada a un balón, simplemente cree que lo hizo imitando al hermano que siempre guió sus pasos en el mundo del deporte. A los cuatro años, ya estaba erolada en el equipo de chicos de su colegio y poco después sería el Collerense el que llamaría a su puerta. Equipo, el balear, con el que ha tenido ocasión de jugar en la máxima categoría del fútbol español hasta hace unos meses. «Nunca me planteé salir de la isla a no ser que me llegara una oferta que me permitiera compaginar el fútbol con los estudios o el trabajo. Es la realidad que nos encontramos cada día», cuenta Rosita, cariñoso apodo con la que se la conoce en el mundillo. Ella se define como «una más en el campo cuya misión es facilitar el trabajo a mis compañeras» aunque las que han compartido vestuario con ella la tildan de una mediocentro de garantías, con capacidad para sacar el balón jugado y leer a la perfección los partidos.
Hace unos meses, un viaje a Alemania hizo que su vida diera un giro de 180 grados. Se trataban de unas jornadas deportivas con colegios de diferentes puntos de Europa y, demostrando su clase sobre el tapete, Rosa llamó la atención de un finlandés que le propuso que pidiera una Beca para poder estudiar, y así jugar, en el país nórdico. «Ya tenía decidio irme de Erasmus a Italia, un país donde el clima y el idioma se asemejan mucho más al de España, pero después de aquella charla comencé a mover los papeles y al final conseguí cambiar mis prácticas», comenta. Así llegó hace apenas un mes a Kokkola, una ciudad de apenas 40.000 habitantes ubicada en la provincia de Finlandia Occidental y en la región de Ostrobotnia Central. Allí comparte apartamento con dos americanas. «Mi idea principal era mejorar mi inglés, así que si quiero sobrevivir no me queda otra. ¿El finés? Alguna vez he intentado decir algo pero es muy complicado. ¡Si me cuesta hasta pronunciar algunos nombres de mis compañeras!», se ríe. «Lo importante es que dentro del campo todas hablamos el mismo idioma: el fútbol», añade.
Rosa juega en el Kokkola Futis 10, equipo de la Primera división finesa fundado en 2010 y cuyo mejor resultado hasta la fecha fue el quinto puesto que consiguió en 2012. La mallorquina lleva el número 10 a la espalda en recuerdo a Pili Espadas, capitana del Collerense, porque el 5 que ha lucido toda la vida ya estaba cogido. Aunque dice no ser supersticiosa, juega con un esparadrapo en el dedo angular de su mano derecha como promesa al equipo de niñas que entrenaba en la isla. Suerte o no, el arranque con su nuevo equipo no ha podido ser mejor: dos partidos, dos victorias, un gol y una asistencia, pasando de ser colistas a estar en medio de la tabla. Alejadas de los roles tradicionales que apuntan a Cristiano Ronaldo o Leo Messi, el espejo donde se mira Rosita es mucho más modesto: «Soy muy fan de Esteban Granero. Me veo muy reflejada en él, un chico modesto que lucha por hacerse un sitio entre los grandes. Ahora está lesionado, pero espero que pronto vuelva a dejarse ver en los terrenos de juego».
Saunas, siestas y premios
De Mallorca a Kokkola no solo distan 2.993 kilómetros, sino muchos cambios a nivel social, cultural y deportivo. «El primer día que llegué me fueron a recoger al aeropuerto y me llevaron al apartamento. Cuando el presidente del equipo me dijo ‘Aquí tenéis la sauna’ creía que se estaba riendo de mí, que era una broma. ¡Una sauna! Por lo visto aquí es normal que cada apartamento tenga una…», comenta con gracia. No es lo único que le chocó a esta mallorquina habituada al taciturno horario español. «Me levanto a las 7.00, voy a las prácticas con los chicos y chicas de los diferentes equipos del Kokkola, tengo clases con mi tutor personal y luego almuerzo a las 10.30. No termino de acostumbrarme a ello. Cuando puedo, siempre me gusta echarme un rato la siesta. Por la tarde, más prácticas, entrenamiento y acabo el día hablando con mi familia o amigos a través de Skype», narra. Y en lo que se refiere al fútbol, más de lo mismo: «Aquí es más físico que táctico, pero son muy profesionales. Me llama la atención que, al terminar cada partido, los sponsors de la Liga o del equipo premian con una, dos y tres estrellas a las mejores jugadoras del partido y las entregan algún obsequio».
Rosa es feliz en tierras nórdicas, aunque sabe que su aventura acabará en octubre y que, si nadie o nada lo impide, volverá a lucir la camiseta del Collerense la próxima temporada. De momento disfruta de la fría primavera en Finlandia. Allí ya la conoce todo el mundo, es la mallorquina sobre hielo.
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