David Alba
Diana Cabezuelo tiene 17 años y su pasión es el fútbol, un deporte al que se dedica desde que tiene uso de conocimiento. De hecho, esta formenterense planea acabar el Bachillerato en Barcelona para conseguir que su sueño de ser futbolista profesional se haga realidad. En las Pitiusas, las oportunidades para las chicas se desvanecen a medida que se pasa de categoría en el fútbol base. “Me dejaron jugar dos años más de los que se puede con los chicos (sólo podía militar en un equipo mixto hasta infantil de segundo año y ha llegado a jugar en cadete) en el Formentera”, explica esta central que ahora milita en el equipo femenino del Club Atlético Jesús de la autonómica balear, pero que tiene que seguir entrenando con el juvenil del S.D. Formentera porque no puede “ir cada día a Ibiza”.
“Nunca me he visto menospreciada aquí”, comenta la jugadora agradecida por la comprensión del club bermellón. Sin embargo, a pesar de la cooperación de los clubes para ayudar a la jugadora, el sacrificio de Diana implica, entre otras cosas, disponer de un único día para foguearse con sus compañeras del Jesús. “Los viernes, después de entrenar, tengo que quedarme a dormir en Ibiza porque entrenan tarde y no me da tiempo de volver a casa”, lamenta. Y es que a pesar de que “el fútbol femenino está cada vez más valorado”, entiende que éste aún dista mucho de poder compararse con el masculino en cuanto a oportunidades. “Nos encantaría tener el mismo reconocimiento”, sentencia.
De esta forma, asevera que las instituciones públicas deberían cuidar más el fútbol femenino e indica que se podría empezar a formar a las niñas desde pequeñas en igualdad de condiciones con los chicos. A pesar de esto último, asegura que nunca ha sentido el machismo por jugar al fútbol. “Sí que existe en cuanto a cómo se valora generalmente este deporte en las islas. Está mejor visto el masculino”, destaca. No obstante, recuerda que en su paso como central en el fútbol mixto tuvo que lidiar con delanteros que al principio “le entraban flojo” por ser una chica, pero ella siempre va “fuerte” y eso provocaba que a la siguiente jugada se “olvidaran” de su condición sexual. “¡Cómo debe ser! ¡Una mujer no tiene por qué ser más floja que un chico!”, sonríe.
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